La h muda

Opinión
/ 3 febrero 2023
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La “h”, había llegado tarde a la reunión, se dio cuenta de que ya habían empezado sin ella

Un día estaban todas las letras del abecedario reunidas, pues tenían que llenar de palabras las páginas de un enorme cuaderno. Cuando iban a comenzar su labor, se dieron cuenta de que faltaba la “h”. Sin embargo, no les importó, pues pensaron que una letra muda e insignificante era totalmente prescindible en su labor de hacer palabras.

Fue así como las demás letras comenzaron a llenar las páginas del cuaderno. La “h”, que había llegado tarde a la reunión, se dio cuenta de que ya habían empezado sin ella.

- “¿Cómo es posible que no me hayan esperado? ¿Acaso no les sirvo para nada?” - se preguntó la “h” al borde del llanto.

Las demás letras vieron que su compañera por fin había llegado, y, sin embargo, no les importó. Formaban como desesperadas todas las palabras que podían, tropezando unas con otras.

La “h” se fue caminando, derramando sus lágrimas sobre el escritorio. De pronto, escuchó que un borrador le hablaba.

- “Hey, qué haces tú aquí, ¿no deberías estar trabajando?” - dijo el borrador con un tono autoritario.

La “h” muy apenas lo volteó a ver para decirle que ella ya había renunciado a ser parte del alfabeto, que ese día se había dado cuenta que en realidad no servía para nada y que las palabras bien podrían formarse sin su ayuda. El borrador la siguió presuroso y al alcanzarla, le dijo que estaba totalmente equivocada, que si bien no tenía el mismo trabajo que las vocales, era mucho más útil que otras letras que se la pasaban presumiendo su fuerza, como por ejemplo la x o la z.

La “h” no le hizo caso, y siguió su camino completamente desconsolado. Fue entonces cuando el borrador interrumpió violentamente su marcha y le dijo:

- “Mira, querida y terca letra h, si quieres renunciar a ser parte del abecedario, respeto tu decisión y si lo deseas, ahora mismo te borro para siempre. Sin embargo, antes que nada quiero que me acompañes a ver lo que las demás letras escribieron para que te des cuenta de que no eres tan inútil como crees”.

Al llegar al cuaderno, las letras estaban sobre el escritorio totalmente exhaustas por haber llenado tantas líneas con palabras. Fue entonces cuando la h y el borrador comenzaron a leer lo que habían escrito aquellas letras arrogantes:

“En un lugar de la Manca, de cuyo nombre no quiero acordarme, no a muco tiempo que vivía un idalgo de los de lanza en astillero...”.

- “¡Te fijas mi querida letra h, ‘Don Quijote de la Mancha’, el más bello de los libros jamás escritos en lengua castellana, no puede ser nada sin ti! ¿Acaso a Cervantes le hubiera gustado que su valeroso caballero fuera llamado el ingenioso idalgo Don Quijote de la Manca?”.

La “h” se quedó pensando en las sabias palabras que le había dicho el borrador, cuando de pronto, las demás letras se dieron cuenta de lo que habían escrito. De nada les sirvió haber llenado tantas páginas de aquel cuaderno, pues faltaba la “h” en muchas palabras. Fue entonces que las letras, en un acto de arrepentimiento, le suplicaron al borrador que nuevamente dejara en blanco las páginas del cuaderno y le pidieron perdón a la “h”, pues jamás se imaginaron que fuera a ser tan necesaria.

Los hombres muchas veces nos comportamos como esas letras arrogantes. Creemos que algunas personas son completamente inútiles y las hacemos a un lado. Sin embargo, al ver los resultados de lo que hicimos, nos damos cuenta que las cosas pudieron haber salido mucho mejor si esas personas nos hubieran ayudado.

La soberbia es uno de los peores pecados que puede cometer el ser humano, pues esto lo lleva a sentirse superior a su prójimo y, por lo tanto, lo lleva a sembrar la discordia en una comunidad. Seamos sencillos y comprendamos que todos los seres humanos, por el simple hecho de serlo, somos tan importantes como la h muda del alfabeto.

Como sociedad hemos ignorado por siglos a las personas con alguna discapacidad. La “h” de mi historia es muda, pero por ello no es menos importante que las demás letras. La misma actitud debemos tener hacia las personas con alguna discapacidad. En primer lugar, pedirles perdón por haber construido un México con infinitas limitaciones, como si no fueran importantes. No solo debemos colocar rampas y elevadores para los mexicanos con discapacidad motriz, sino también editar libros y colocar anuncios en braille, u obligar a todas las escuelas o centros de trabajo a integrar a estudiantes y trabajadores o trabajadoras con alguna discapacidad. Eso nos haría más avanzados como sociedad, incluyentes y civilizados.

Nacido en Saltillo el 5 de mayo de 1975, soy hijo de Armando Fuentes Aguirre y de María de la Luz de la Peña de Fuentes. Licenciado en Ciencias de la Comunicación en el Tec de Monterrey, donde obtuve mención honorífica. Cursé estudios de Periodismo en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Seleccionado entre jóvenes periodistas para participar en el Taller de Narración Periodística impartido por el Nobel colombiano Gabriel García Márquez y la Fundación de Nuevo Periodismo Latinoamericano. Maestro en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid y en Letras Españolas por la UANL. Fui designado por la Facultad de Filosofía y Letras como el mejor alumno de posgrado, siendo merecedor de la medalla a los mejores estudiantes de México entregada por la SEP Federal en tiempos del Presidente Vicente Fox. Columnista de los periódicos Palabra, El Siglo de Torreón, El Siglo de Durango, Zócalo de Piedras Negras, y El Mañana de Nuevo Laredo. Director artístico de Radio Concierto, encargado de corresponsales del Periódico ABC de Madrid. Fundador y director del diario de distribución gratuita 10 MINUTOS. Director desde 2011 del Consejo Editorial del Estado de Coahuila y de los Talleres Gráficos del Estado.

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