La ignorancia y la opinión pública

Opinión
/ 30 octubre 2022
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La ignorancia es una de las principales apuestas de los gobiernos y los grupos en el poder. Se invierte mucho dinero justo en eso. Así, la pobreza, la inflación, la inseguridad, la violencia cotidiana, la contaminación, el transporte y cualquier tara social, que se ha convertido en industria para muchos, sigue al alza y ni quién se fije en eso. El soporte es “el pan y el circo” que en este y en todos los tiempos ha desviado la atención de los problemas más importantes que tenemos como mexicanos. Esa ha sido nuestra historia.

Diversión, entretenimiento, educación de baja calidad y alienación son conceptos que se han convertido en programas de gobierno y en proyectos de nación. Se trata, a como dé lugar, de cancelar la opinión pública, es decir, del interés e información que deben de tener los ciudadanos sobre lo que pasa en la ciudad y en el entorno.

No nos engañemos con aquello de que es fundamental atraer a la gente a los espacios públicos para erradicar la violencia. Hay otras actividades que se pueden realizar y que no necesariamente traerán derrama económica para los mismos, porque finalmente son los mismos los que se benefician de la promoción de las “dizque” tradiciones y del entretenimiento en los espacios públicos. El binomio en cuestión es el poder y la demagogia.

Dificulto que Sergio Fajardo, exalcalde de Medellín, multicitado en este tipo
de ejemplos, haya propuesto a la comunidad actividades de recreación y esparcimiento que tuvieran que ver, al final de la jornada, con la obtención de grandes utilidades y ganancias para los grupos hegemónicos y, por supuesto, para quienes a través de la demagogia buscaban el control de la población.

El problema es, en nuestro País, que para todo tipo de eventos que hoy buscan “recomponer el tejido social” se requiere de dinero contante y sonante, y en esta recomposición sólo pueden participar unos cuantos. Sergio Fajardo, no nos equivoquemos, le apostó al tema de la educación y la cultura, asunto que en todo México a los servidores públicos les da miedo porque no vaya a ser que la cultura y la educación hagan que la población se dé cuenta de la miseria –en todos los órdenes en la que vivimos– y se les venga abajo el negocio.

Sí, porque al final del día el servicio público se ha convertido en un gran
negocio con cero inversión y grandes utilidades. En ese sentido, dificulto que las grandes ganancias notorias en una buena parte de quienes participan de los temas
de gobierno, sean por motivo de salarios que, aunque no dejan de ser onerosos, no alcanzan para generar las grandes fortunas que, como el amor y la estupidez, son tan notorias.

Por eso ni a los gobiernos ni a los grupos económicos hegemónicos, que al final del día desayunan, comen y cenan juntos, les importa el tema de la formación de la opinión pública –el interés general, el bien común y la res publica– que en los sistemas democráticos, si nos preciamos de vivir en uno de ellos, es fundamental.

Para el gran Giovanni Sartori la opinión pública tiene su base en los sistemas de enseñanza y en los medios de comunicación. Seguramente pensaba en nuestro País, donde ambas variables han pervivido de forma general en caída libre. Bajo el axioma de quien lo dijo y de quienes están en el ambiente “ser soldado de la revolución” o de la “regeneración” es básico. No se puede vivir fuera de la nómina del poder. Finalmente, un pueblo no educado es un pueblo fácilmente manipulado, ¿o no?

Por eso nuestra diezmada y precaria educación nos impide cambiar el estado que guarda la sociedad, por una parte, y por la otra, los medios, pudiendo ser factor, se han convertido en comparsa o simplemente en grupos que sirven a otros poderes para seguir nadando de pechito.

¿Cuánto se ha hablado de la importancia del pensamiento crítico en la escuela mexicana? Justo de eso se nutre la opinión pública, pero sigue condicionada por las elites políticas y económicas, por los medios de comunicación y sus “honorables líderes de opinión”, por cierto, intocables; también por la infodemia absurda y sin sentido y por los grupos de referencia –familia, compañeros, grupos religiosos, partidistas o de clase social– que con su visión miope se convierten en guías de ciegos. ¿Y el pensamiento crítico, el análisis, la reflexión, la autonomía moral, la libertad de pensamiento y de libre expresión y el acceso a la libre información de cada persona?

¿O sigue usted creyendo que hay que votar por los más simpáticos, guapos, rollero-demagogos o por los que supuestamente tiene su vida económicamente solucionada, como para querer llevarse algo del erario? Como dice Roberto Dahl, la comprensión ilustrada-informada es fundamental para construir la opinión pública. Cuánto daño nos han traído las decisiones que hemos tomado por no darnos la oportunidad de reflexionar o racionalizar nuestras decisiones.

Está claro, la democracia no se agota en tiempo de elecciones y ese ha sido el problema de los mexicanos. Todos los días nos encontramos en el escenario de la toma de decisión y permanecemos impávidos. Informémonos y formemos nuestra opinión sobre lo público a través de la lectura, cotejando, comparando, analizando, descartando y revisando los dichos de quienes buscan dirigir, organizar y condicionar la vida y el entorno de los ciudadanos.

Lucrar con la ignorancia y tender cortinas de humo han sido las variables de la práctica cotidiana de los servidores públicos en México. La patriotería y la conservación de las pseudotradiciones ha sido la metodología. Así las cosas.

fjesusb@tec.mx

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