La importancia de la tragedia o el desvío de la información

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Como se ha dicho una y otra vez en este espacio, el contexto es fundamental para entender porque ocurre lo que ocurre. Me refiero al tema de las reacciones, por una parte –de unos y otros– y por la otra, el no dimensionar la situación que no puede quedarse en la politización o en la venta de información, sino de un análisis profundo del estado que guarda la sociedad mexicana. Lo que hemos visto en las imágenes de los medios –zapatos, mochilas, ropa y otras pertenencias de quienes han padecido esos horrores– ponen en evidencia la industria de la muerte que ha crecido al amparo del poder.
Lo primero, es que pareciera que se pierde de vista que hablamos de seres humanos, no de números que harán más gorda la estadística, ni de “cosas” que se tratan con trivialidad porque ¿Qué pasaría si se tratará de los nuestros, me refiero a nuestras familias? Otra vez, por más que nos sintamos interesados, el análisis de los nuestros tiene connotaciones distintas. Los nuestros, como parte de un país, es decir, connacionales; y los nuestros que son parte de nuestra familia.
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Aceptemos que el concepto “los nuestros”, depende del lugar en el que estemos. Hagamos a un lado el romanticismo y el idealismo y aceptemos la banalidad en la que como sociedad hemos caído. Hoy se habla por todas partes del tema, pero comenzando la semana siguiente, volvemos a meternos a nuestras burbujas, donde los “otros”, no tienen la menor importancia.
Otro escenario son las causas que nos han puesto en esos espacios, que dejaron de ser concepto, que son tan duros y complejos de entender como reclutamiento, adiestramiento y exterminio. Las causas, como ustedes bien lo saben, son la pobreza, la desigualdad, los bajos salarios, la falta de oportunidades laborales, la preminencia del mercado por encima de absolutamente las demás dimensiones de la vida humana donde nos movemos –a las que seguimos sin poner atención– y no así en el caso de muchos hermanas y hermanos nuestros desaparecidos, la urgencia de grupos delincuenciales de engrosar sus filas, sin el mayor recato de humanidad y de respeto por las familias. Los conceptos reclutamiento, adiestramiento y exterminio, son parte del sensacionalismo mediático.
Porque desde las instituciones y las organizaciones ¿Qué hacemos para igualar a los desiguales? ¿Qué hacemos objetivamente para disminuir la violencia y abatir las causas que hacen que mucha gente coaccionados o no, acaben en estos espacios de violencia? Objetivamente. En la práctica, en este país solo le interesan los desaparecidos, a las familias de los desaparecidos y esto es una verdadera pena.
Seguramente habrá muchos predios en nuestro país donde se hayan dado estás prácticas de horror, de las que no sabemos y que mañana en el ideario de los políticos y los medios les darán argumentos para seguir lucrando con la desgracia. Lo otro es que la mayoría de las personas desaparecidas son personas precarias y vulnerables. Si se tratara de personas de otros estratos sociales, con toda seguridad muchas situaciones ya se habrían resuelto.
Siguiendo, la primera idea con la que se abre esta reflexión, es decir, el tema del contexto; no desestime también, que en un espacio de exigencia de parte de quien lidera por este tiempo a los Estados Unidos de América, donde la subida de los impuestos depende, como exigencia al gobierno mexicano, del combate a la delincuencia y al crimen organizado, realzar y ponerle énfasis a una situación que ahí esta desde hace dos décadas y que hoy se utiliza como moneda de cambio, no deja de ser un acicate que complica a la administración actual.
Probablemente la respuesta de la captura de capos y lideres de grupos, no ha sido suficiente o se utiliza como herramienta de presión. En política la forma es fondo y en un tema tan delicado, complejo y sensible será importante profundizar en esta arista. No hay que olvidar que ese rancho –en Jalisco, que hoy ocupa la atención nacional– ya se había intervenido en dos ocasiones y que desde entonces no se dimensionó el nivel de la situación, ni por las autoridades, ni por los medios, que hoy se rasgan las vestiduras. La omisión del vértice del organigrama estatal y federal no tuvieron la sensibilidad y por omisión, no dimensionaron la magnitud de lo que ahí pasaba. Entonces, el tema de la exigencia de los Estados Unidos, en el análisis de contexto juega un papel importante.
Lo otro, es que como en otro momento –Ayotzinapa–, el rancho de Jalisco destapa como por arte de magia lo que pasa en otros estados de la República donde desde 2006, mejor evitar, pensar que lo que aquí ocurrió tiene como origen el sexenio anterior, es pecar de ingenuidad. La colusión entre autoridades locales con grupos que negocian con la vida humana trae larga data.
Lo más lamentable, es la forma como encaran la situación los diferentes actores políticos. Eso de darle prioridad al ataque y a la campaña contra el gobierno actual, cuando lo importante es la tragedia en sí. Siguen sintiéndose la “impronta de la sustancia”. Se ven tan patéticos, cuando deberían de ser lo más éticos, sensibles, empáticos y solidarios posible.
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El oficialismo y la oposición dan la impresión qué se sienten el centro del universo. Que quede claro, no son más importantes, los actores políticos de moda, ni los partidos políticos, ni los gobiernos, ni la misma presidencia de la República. En lo que ahora nos ocupa lo más importante son las víctimas y la solución de la situación, porque lo demás huele a politización, a desinterés, a banalidad.
Lo triste de todo es que ni siquiera en eventos que requieren unidad y una aproximación a la verdad de forma conjunta, ni unos, ni otros se puedan poner de acuerdo. Otra vez, me refiero a quienes lucran con el dolor. El tema de los desaparecidos nos compete a todos. Una vez más, las madres y personas buscadoras, a pesar de su dolor nos siguen mostrando lo que no nos han mostrado los gobiernos y lo que debiera ser factor de unidad, el interés por encontrar a quienes ya no están. El interés por esclarecer la verdad, que bajo ningún motivo puede ser tema de moda, si no de interés general. Así las cosas.