La polarización mata
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El periodista británico Ioan Grillo se encariñó con México y se ha especializado en temas relacionados con el narcotráfico en América Latina. Ha escrito muy buenos libros que nos adentran en ese mundo criminal. Aborda temas espinosos que, nos guste o no, son como son, en sus análisis no existen ni las derechas, ni las izquierdas. El tráfico se combate o no.
Grillo no es conocido porque polemice, ofrece su nota y de pronto alguien lo entrevista. Hace unos días colocó en X una fotografía que comentó en estos términos: “Más de cien mil personas (quizá muchos más) en la marcha “Unamos al Reino”, organizada por Tommy Robinson (político Inglés de derecha dura, radical). Cualquiera que sea tu política, estés contento, enojado o aterrorizado, esto es algo muy importante”.
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Una persona, muy molesta, respondió a su tweet en esta forma: “¿Y cuántos han marchado cada semana para terminar el genocidio de Israel en Gaza? ¿Por qué es que esas marchas no son algo muy importante? Esos marchantes también van a votar en la próxima elección de Gran Bretaña”. La respuesta de Grillo fue majestuosa: “Esas marchas (también) son algo muy importante”.
El recién nombrado presidente de la Suprema Corte, Hugo Aguilar Ortíz, no le aplaudió a la presidenta de la Cámara de Diputados, cuando la mencionaron en uno de los eventos patrios. Los insultos por semejante descortesía no se dejaron esperar. Al día siguiente, el ministro presidente publicó lo siguiente: “Expreso mi respeto a la diputada Kenia López Rabadán, a quién saludé en la ceremonia... Así mismo reitero mi reconocimiento al Poder Legislativo... En fechas de profundo significado histórico, recordamos que la unidad y la fortaleza institucional son el mayor tributo a quienes dieron su vida por México...”. Poco importó el mensaje, lo bañaron de insultos en su cuenta de X.
En lo personal me parecen inaceptables los planteamientos de Eduardo Verástegui, quien se considera a sí mismo conservador y de derecha. Me sobran adjetivos para describirlo y señalar el peligro que esconde su causa, tanto para la sociedad mexicana en general, como para la Iglesia Católica y para todo aquel que, razonablemente, se considere de derecha.
También soy muy poco tolerante con personajes como Tatiana Clouthier, Alexandra Ocasio-Cortez, Andrés Manuel López Beltrán, Rubén Moreira, Sabina Berman o alguno de los muchos panistas responsables de haber hundido ese barco. Aunque me cuesta leerlos, defendería siempre su derecho a emitir sus opiniones, sin que estas afecten los derechos de terceros, de manera grave, directa o indirectamente.
Ya no me llama la atención que siempre que abro X, lo primero que aparece en mi cuenta es lo que dicen estos personajes que no me simpatizan. Sabemos que el algoritmo en las redes nutre automáticamente nuestras propias fobias y que esto propicia el encono, una confrontación irracional que genera odios polarizantes sin fundamento.
En una democracia liberal, cuando se agotan los argumentos en el debate y se elimina el diálogo respetuoso y tolerante, se pasa a la descalificación y a los insultos. Cuando los insultos no son suficientes, la violencia física está a la mano, cae en tierra fértil en un público que achaca a uno u otro de sus problemas o adversidades.
En México, durante años, un líder social llamado Andrés Manuel López Obrador gustaba de generalizar sus críticas a la clase política y a quienes la siguieran, para él todos eran unos ladrones, menos los que se pasaban a su bando. Hoy sus seguidores se escandalizan cuando Ricardo Salinas Pliego responde al régimen con la misma moneda. Por supuesto que no justifico la práctica, me parece lamentable, pero entiendo que es resultado automático del péndulo que viene de regreso y quizá, con más vuelo.
La semana pasada, a plena luz del día en un campus universitario, un joven de apenas veintidós años asesinó al “influencer” conservador Charlie Kirk, un sujeto bastante peculiar, evangélico y de derecha, aunque en su última fase mostró abiertamente su oposición al Estado de Israel y a su primer ministro Benjamin Netanyahu.
Puedo desaprobar el estilo y algunas de la ideas de Kirk, pero prefiero que la sociedad debata en la plaza pública y en las universidades los asuntos que nos afectan; a que permanezca callada, como formada por zombies o matándonos unos a otros porque no existen espacios ni talante para discutir civilizadamente.
Por fortuna hubo reacciones necesarias, adecuadas y prudentes, desde ambos lados del espectro político. También las hubo de quienes querían lucrar con el momento para avanzar su causa y su rencor.
Ya lo hemos dicho muchas veces, el centro no está de moda, pero nunca como hoy es urgente su presencia. La tecnología y los algoritmos de las redes sociales no están de nuestro lado, de los que preferimos los puentes por encima de los muros y los gases lacrimógenos. El algoritmo nos contamina todos los días, incentiva la confrontación y deforma a nuestra juventud.
Facebook: Chuy Ramirez