La profesora Irma, una mujer de trabajo
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Es verdaderamente terrible el caso de esta mujer jubilada que dedicó su vida profesional a la docencia, sufriendo las vicisitudes económicas que esta profesión entraña
Irma Hernández Cruz era originaria de Álamo, Temapache, del municipio de Tuxpan, Veracruz. Al morir contaba con 62 años. Había sido profesora de educación básica. Estaba jubilada, pero tenía que seguir trabajando para apoyar la economía de su familia.
La profesora Irma nunca fue una líder sindical, no acumuló bienes ni obras de arte, tampoco se sometió a cirugías estéticas, simplemente fue una digna docente. Con su pensión adquirió dos vehículos, de uno de ellos (el taxi número 554) era su conductora; el otro, seguramente lo arrendaba.
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Ella fue una mujer de trabajo hasta que, frente al mercado municipal, la plagiaron personas armadas de las fuerzas especiales del cártel Mafia Veracruzana. Su cuerpo fue encontrado el jueves 24 de julio cerca de la cabecera municipal. Según el parte médico, la profesora Irma sufrió un ataque cardíaco, pero su muerte –de la que sus asesinos seguramente quedarán impunes– no es un deceso cualquiera. Irma Hernández Cruz, luego de su plagio, fue obligada a arrodillarse a punta de metralletas portadas por doce hombres que ocultaban su rostro con pasamontañas.
Estos pseudohombres, de figuras juveniles, no tuvieron compasión por la indefensa mujer, cubierto su torso con una tela blanca.
La hicieron grabar un mensaje en un video que produce coraje por la posición física en la que se encontraba y por el marco de hombres inhumanos que la rodeaba: “Compañeros taxistas, con la Mafia Veracruzana no se juega. Paguen la cuota como debe ser con ellos... o van a terminar como yo”.
La Mafia Veracruzana es producto del Cártel del Golfo que, desde sus actividades delictivas en la zona de Veracruz –que colinda con San Luis Potosí y Tamaulipas–, actúa sin limitaciones. Y aunque se localizaron a personas ligadas con el plagio, no se llegará a los culpables intelectuales del artero crimen, pues hay elementos policíacos involucrados.
Una de las profesiones que más respeto es la que tienen los profesores y profesoras, pues ellos simplemente son seres generosos que educan a los futuros ciudadanos. Luego de la jubilación deberían disfrutar los años que les restan de vida, pero las pensiones son tan magras que muchos deben seguir trabajando.
Con la muerte de doña Irma hay hijos que se quedaron sin una madre, nietos que se quedaron sin una abuela. Una mujer que debió ser consciente de sus derechos y que evitó, hasta donde pudo, ser prisionera de la delincuencia, pero que al no pagar cuotas para contar con el “permiso” para ser productiva, fue secuestrada y ejecutada para mostrar que otros taxistas podrían morir si no se sujetaban a la consigna delincuencial de “plata o plomo”.
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Es verdaderamente terrible el caso de esta mujer jubilada que dedicó su vida profesional a la docencia, sufriendo las vicisitudes económicas que esta profesión entraña.
Me encuentro en Bustamante, Nuevo León, en donde habitan muchas profesoras jubiladas, algunas de ellas continúan trabajando, pero ahora en la informalidad. En Coahuila hay muchas personas en estas condiciones y merecen solamente respeto por el tiempo ofrecido a sus alumnos con pagos misérrimos, pues estos profesionales deberían ser de los mejores pagados en el mercado laboral, ya que modelan espíritus y conciencias. ¡Que en paz descanse la profesora Irma Hernández Cruz!