La rebelión fallida de Román Cepeda
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Agazapado, nervioso, de brazos cruzados y con la ansiedad a tope, Román Cepeda escuchaba el mensaje de Manolo Jiménez acerca de que “La seguridad no se politiza ni se partidiza”. Ese mensaje se dio en Torreón y lo escuchaba la clase política y empresarial de la ciudad del que se siente dueño Cepeda González. Era el final de la rebelión que duró apenas cinco días. Escondida la personalidad bravucona y envalentonada de quién se quedó o lo dejaron solo en el conflicto. Quizás en su febril idea, pensó que generaría un movimiento de disidencia, pero lo único que encontró fue la reprobación general a sus perturbaciones: La clase política no solo de la Laguna, sino de todo Coahuila se le fue encima. Nadie por lo menos en público, quiso acompañarlo en su suicidio, en este caso político, algo que él conoce bien porque así está registrado en la historia.
Y es que eso es lo que había hecho hace apenas una semana el alcalde de Torreón, porque aquí lo dijimos: El diferendo de Román Cepeda no se trataba de una disputa por el modelo de seguridad, sino uno de carácter político. Así fue como llegó la mañana del viernes 20 de septiembre, cuando Román intento dar un golpe de Estado regional; la primera vez en que un alcalde de un partido afín al gobernador estatal, atentaba en contra del orden social y político que aún se conserva en Coahuila, último bastión del priismo en México.
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La oposición de Román al régimen de Manolo Jiménez como gobernador, pudiera partir de la visión torcida de su propia realidad, donde tendría que ser él, debería ser él quien gobernara Coahuila. Román sangra por la herida, respira amargura y frustración. Una especie de niño ‑ya muy avejentado, por cierto‑ chiflado y al que no le cumplieron su capricho de gobernarnos.
Román pertenece a ese especie en extinción que aún persiste en la política coahuilense : júniors sin talento alguno, inútiles que nacieron con un apellido que les ha abierto posibilidades políticas y administrativas, sin el cual, jamás hubieran alcanzado siquiera una dirección de área. Si a eso le sumas el ego, del cual dicen los especialistas acerca de que los ególatras, son seres impulsivos, irreflexivos, torpes, ignorantes, aunque unos dicen que tontos y tonto es el que hace tonterías, pero eso a mí no me consta.
Hay quien cree que el concepto de traidor está intrínsecamente ligado al de la ignorancia. El ignorante no sabe que es ignorante por la sencilla razón de que ignora sus limitaciones. En ocasiones la ignorancia es una elección y a veces viene desde la cuna. Lo grave es cuando un ignorante accede al poder y entonces se siente inteligente, casi un genio.
La ignorancia política es un problema persistente y refuerza los argumentos a favor de limitar el acceso al poder político a estas personas. Al desafío momentáneo de Román a lo más importante que tiene Coahuila que es la seguridad, un tanto tarde, pero salieron los presidentes de los poderes constituidos de Coahuila, Legislativo y Judicial a respaldar al gobierno de Manolo Jiménez. Lo mismo ocurrió con el presidente del PRI Coahuila. Llamó la atención el apoyo de figuras prominentes de Morena en Coahuila como Attollini y Luis Fernando Salazar, pero llama aún más poderosamente la atención los personajes que siguen sin pronunciarse y en oprobioso silencio como los diputados Felipe González, Verónica Martínez, Lauro Villarreal, por supuesto Miguel Riquelme y hasta Eduardo Olmos a quien considero mi amigo, pero que sigo esperando su pronunciamiento.
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La rebelión ha sido sofocada y, a excepción de la figura decrépita de Mario Cepeda Ramírez, líder de la desaparecida CNOP de Torreón, nadie se unió a la intentona. En el pasado, las rebeliones en contra de los regímenes se castigaban con la visita al patíbulo, en este caso por supuesto el político. Ese perdón impulsara y usted no debe de dudarlo, a que Román lo vuelva a intentar. El que traiciona una vez, traiciona siempre.
Jorge Luis Borges, en “El Arte de Injuriar”, reseña momentos en la historia de la injuria, en donde todas, se regresaron a quienes las profirieron. Ahí está la que vivió por injurioso el poeta peruano José Santos Chocano a quien “Los dioses no consintieron que deshonrara el patíbulo muriendo en él”. “Ahí está vivo, después de haber fatigado la infamia”. El destino lo había derribado y no lo pondría jamás en pie.
@marcosduranfl