La última palabra: ¿Cómo se reacciona al terror?
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La noche del viernes 13 de noviembre de 2015, París se convirtió en el epicentro de uno de los atentados terroristas más devastadores en la historia reciente de Francia. La violencia dejó un saldo de 131 víctimas mortales y más de 400 heridos, marcando una de las jornadas más sombrías en la memoria de este país.
ESCENARIOS MÚLTIPLES
Los actos terroristas se desarrollaron de forma simultánea en varios puntos de la capital francesa. Los agresores llevaron a cabo tiroteos contra las terrazas de cinco bares y restaurantes, perpetraron una masacre en la sala de conciertos Bataclan, donde también tomaron rehenes, y realizaron explosiones suicidas en las inmediaciones del Estadio de Francia y en otro restaurante cercano a la Plaza de la Nación.
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En el Bataclan, la tragedia alcanzó niveles desgarradores. En medio de un concierto de rock, el sonido de la música fue sustituido por el eco aterrador de disparos. Decenas de jóvenes intentaron escapar desesperadamente, lanzándose por las ventanas o buscando refugio en los sistemas de aire acondicionado, mientras el Estado Islámico reivindicaba la responsabilidad del ataque.
VIOLENCIA
Los actos terroristas, en su lógica perversa, no sólo buscan destruir vidas, sino también fracturar el tejido humano que sostiene la convivencia. Su propósito, cruel y calculado, va más allá del dolor inmediato: buscan instaurar el miedo como una sombra constante, debilitando las libertades fundamentales, erosionando la confianza mutua, y transformando la tranquilidad cotidiana en una vigilia permanente. La brutalidad no es un accidente; es su lenguaje, su forma de comunicar el desprecio absoluto por el ser humano.
Cualquiera sea su bandera o denominación, los terroristas comparten una doctrina común: la glorificación de la violencia como instrumento de cambio. Rechazan los medios no violentos no por considerarlos inútiles, sino por ser incompatibles con su sed de destrucción y su ansia de notoriedad. En su retorcida concepción del mundo, desean ser odiados, anhelan fervientemente que su barbarie provoque aversión, resentimiento, miedo y, finalmente, una cadena de venganzas que perpetúen el ciclo de hostilidad.
El fracaso para ellos no radica en la cantidad de vidas que logran arrebatar, sino en su incapacidad para incendiar el odio y el rencor en quienes quedan. Si los heridos, las familias, y los países eligen la resistencia pacífica en lugar de la retaliación, si eligen la compasión en lugar del odio, entonces los terroristas pierden. Porque su victoria se construye sobre el abismo moral que pretenden cavar en el corazón de la humanidad, donde no hay espacio para la misericordia, la piedad ni la esperanza de reconciliación.
ENCRUCIJADA
En el atentado al teatro Bataclan, la vida de Antoine Leiris, periodista de la cadena de radio France Bleu, sufrió un golpe devastador que cambió su mundo para siempre. Su amada esposa, Hélène Muyal, de 35 años, maquilladora artística de profesión, fue una de las víctimas asesinadas en aquel brutal ataque. Antoine y Hélène tenían un bebé de tan solo 17 meses.
Frente a esta tragedia, Antoine se encontró ante una encrucijada emocional. El dolor y la pérdida podrían haberlo arrastrado a alimentar la espiral de oscuridad que los terroristas anhelaban. Sin embargo, eligió un camino asombrosamente distinto, uno que desarmó a quienes intentaron quebrantarlo: Antoine decidió no concederles el placer de su odio.
NO...
En una carta dirigida a los despiadados asesinos de su esposa, titulada “No tendrán mi odio”, Antoine rompió el ciclo de violencia al elegir la resistencia desde el amor. Sus palabras se convirtieron en un testimonio universal de esperanza y resiliencia:
“La noche del viernes ustedes robaron la vida de un ser excepcional, el amor de mi vida, la madre de mi hijo, pero ustedes no tendrán mi odio. No sé quiénes son y tampoco quiero saberlo, ustedes son almas muertas. Si ese Dios por quien ustedes matan tan ciegamente nos ha hecho a su imagen, cada bala en el cuerpo de mi mujer habrá sido una herida en su corazón.
Así que yo no les daré el regalo de odiarlos. Ustedes lo están buscando, pero responder al odio con la cólera sería ceder a la misma ignorancia que hace de ustedes lo que ustedes son. Ustedes quieren que yo tenga miedo, que mire a mis conciudadanos con ojos desconfiados, que sacrifique mi libertad por la seguridad. Perdieron. Sigo siendo el mismo de antes.
Yo la he visto esta mañana, finalmente, después de noches y días de espera. Ella estaba tan hermosa como cuando partió el viernes por la noche, tan bella como cuando me enamoré perdidamente de ella hace más de 12 años. Por supuesto que estoy devastado por el dolor, les concedo esa pequeña victoria, pero esta será de corta duración. Sé que ella nos acompañará cada día y que nos volveremos a encontrar en ese paraíso de almas libres al que ustedes jamás tendrán acceso.
Nosotros somos dos, mi hijo y yo, pero somos más fuertes que todos los ejércitos del mundo. Y ya no tengo más tiempo para darles, tengo que volver con Melvil que ya ha despertado de su siesta. Tiene apenas 17 meses de edad. Va a comer su merienda como todos los días, después vamos a jugar como siempre y, toda su vida, este pequeño niño les hará frente siendo feliz y libre. Porque no, ustedes no obtendrán su odio”.
PAZ
Se requiere un coraje extraordinario y, sobre todo, un corazón iluminado para escribir palabras como las de Antoine Leiris. Su carta sigue siendo un himno universal a la esperanza y la reconciliación, un testimonio de que, incluso ante el horror, es posible elegir un camino de humanidad. Gracias a la alquimia de su espíritu, los terroristas fracasaron en su propósito; con Antoine, el mal no logró triunfar.
Mandela expresó con sabiduría: ”Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, o su origen, o su religión. La gente tiene que aprender a odiar, y si ellos pueden aprender a odiar, también se les puede enseñar a amar. El amor llega más naturalmente al corazón humano que su contrario”.
Estas palabras resuenan como un llamado urgente en un mundo que necesita desesperadamente educar para la paz. Enseñar a caminar por la senda de la tolerancia, el respeto y la empatía es la única manera de romper con la lógica perversa de la ley del Talión.
INSENSATEZ
El camino del odio y la venganza es una senda demoledora. Es una trampa que consume y destruye, como lo ilustra una antigua historia cargada de sabiduría:
”Había una vez dos dueños de tiendas que vivían en constante rivalidad. Su competencia era tan feroz que ambas familias ya ni se hablaban, sumidas en un odio visceral. Un día, cansado de aquella absurda enemistad, el Señor envió a un ángel para poner fin a tanto rencor. El ángel se presentó ante uno de los tenderos y le dijo: Dios está dispuesto a concederte cualquier cosa que le pidas: riqueza, salud, fama, poder... Lo que tú desees será tuyo al instante. El hombre, sorprendido y emocionado, comenzó a imaginar todo lo que podría pedir, cuando el ángel añadió una condición: Todo lo que tú recibas, también será otorgado a tu vecino, pero el doble. Ante esto, el tendero se enfureció, cegado por la envidia, y respondió sin dudar: Entonces, que me quede ciego de un ojo, para que mi vecino quede totalmente ciego”.
¿Habrá mayor insensatez? La historia desnuda la irracionalidad que anida en los corazones invadidos por el odio. Cuando dejamos que el rencor y la envidia nos guíen, no solo nos alejamos de los demás, sino también de nosotros mismos. En ese estado, no hay lugar para la prudencia ni la paz.
TRIUNFO
La propuesta de Antoine Leiris, “No tendrán mi odio”, continúa siendo una poderosa declaración de esperanza que trasciende su tragedia personal para convertirse en un estandarte de humanidad frente a la barbarie que, desgraciadamente, hoy se encuentra vigente. Quienes eligen pronunciar estas palabras poseen una fuerza incomparable, la fuerza del amor, capaz de vencer al terrorismo, al rencor, al miedo y a la maldad.
El amor todo lo puede, todo lo vence, todo lo transforma. Es el único antídoto frente a la ceguera del odio y la llave para abrir un futuro de reconciliación y esperanza.
Solo cuando decidimos vivir desde el amor, dejamos de caminar por el estéril sendero del ojo por ojo y comenzamos a construir un mundo donde la paz tiene la última palabra.
cgutierrez_a@outlook.com