Miles de años atrás: los simbolismos del progreso
A mi madre.
Ayn Rand, en su inolvidable obra El Manantial, exalta a los pioneros que, desafiando lo establecido, transformaron el mundo a costa de sacrificios personales. Estas figuras, como el hombre que descubrió el fuego o aquel que inventó la rueda, simbolizan el espíritu indomable que impulsa el progreso, abriendo nuevos caminos a pesar de los rechazos y castigos. Resalta cómo el legado de estos héroes, desde el fuego hasta la rueda, marcó el inicio de nuestra gloria colectiva, a pesar del rechazo y el castigo que enfrentaron por su valentía:
“Miles de años atrás, un gran hombre descubrió cómo hacer fuego. Probablemente fue quemado en la misma estaca que había enseñado a encender a sus hermanos. Seguramente se le considero un maldito que había pactado con el demonio. Pero, desde entonces, los hombres tuvieron fuego para calentarse, para cocinar, para iluminar sus cuevas. Les dejó un legado inconcebible para ellos y alejó la oscuridad de la Tierra. Siglos más tarde un gran hombre inventó la rueda. Probablemente fue atormentado en el mismo aparato que había enseñado a construir a sus hermanos. Seguramente se le consideró un trasgresor que se había aventurado por territorios prohibidos. Pero desde entonces los hombres pudieron viajar más allá de cualquier horizonte. Les dejó un legado inconcebible para ellos y abrió los caminos del mundo.
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“Ese gran hombre, el rebelde, está en el primer capítulo de cada leyenda que la humanidad ha registrado desde sus comienzos. Prometeo fue encadenado a una roca y allí devorado por los buitres, porqué robó el fuego a los dioses. Adán fue condenado al sufrimiento porque comió del fruto del árbol del conocimiento. Cualquiera sea la leyenda, en alguna parte en las sombras de su memoria, la humanidad sabe que su gloria comenzó con un gran hombre y que ese héroe pagó por su valentía”.
ASUMIR...
Es verdad, desde tiempos inmemoriales ha existido la constante lucha entre el avance y el temor a lo desconocido, destacando que cada gran salto en la historia ha sido impulsado por individuos dispuestos a pagar un alto precio por el bien común. La figura del “rebelde” encapsula la esencia del progreso: alguien que, a pesar del rechazo, la incomprensión o el castigo, deja un legado invaluable. Es un recordatorio de que la humanidad debe su evolución a quienes, como Prometeo o Adán, asumieron riesgos por la búsqueda del conocimiento y la transformación.
CISNE BLANCO
Siguiendo esa tradición, el Concorde, conocido como concordia, fue un símbolo del siglo XX que personificó esa misma rebeldía y audacia. Esta elegante ave blanca, con su diseño revolucionario y velocidad supersónica, marcó una era en la aviación.
Así como el fuego y la rueda abrieron nuevos horizontes, el Concorde, se erigió como un símbolo moderno de audacia e innovación. Este avión, con su elegancia y velocidad supersónica, llevó el sueño de conquistar el tiempo y el espacio a una realidad tangible, cautivando al mundo al cruzar océanos en un abrir y cerrar de ojos, encarnando el espíritu pionero que ha marcado la historia de la humanidad.
El supersónico fue uno de los aviones más espectaculares jamás construidos por el ser humano, representando uno de los símbolos más hermosos y elegantes del siglo XX; esta aeronave durante tres décadas significó seguridad, confiabilidad y comodidad, cautivando al mundo entero por su rapidez y belleza.
En un viaje de 3 horas con 20 minutos, por primera vez en la historia, las personas podían realizar un vuelo intercontinental, a una velocidad de crucero de 2,200 km/h, dos veces la velocidad del sonido. A esa celeridad pareciera que se regresa el tiempo, pues se arriba al destino antes de la hora en la cual se inició la travesía.
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CONVENIO
Charles De Gaulle afirmó: “En nombre de Dios, haremos el Concorde”. Y no era para menos, pues incluso antes de construirse, este avión ya encarnaba el orgullo nacional francés.
La grandeza del Concorde tenía raíces profundas: simbolizaba una colaboración tecnológica sin precedentes entre Inglaterra y Francia. El 29 de noviembre de 1962, ambos países firmaron un acuerdo para desarrollar el primer avión supersónico de transporte civil.
Según el convenio, los franceses se encargaron de construir el 60% de la célula del avión, mientras que los ingleses asumieron el 40% de la planta motriz. Este esfuerzo conjunto fusionó dos culturas distintas: los planos franceses seguían el sistema métrico decimal, mientras que los ingleses usaban su sistema tradicional. Con una inversión de 3,000 millones de dólares y años de trabajo, ambos países lograron su ambicioso objetivo.
El resultado fue una aeronave que transformó la aviación. El Concorde surcó los cielos a velocidades supersónicas, relegando al Boeing 707 y otros aviones de la época a la categoría de reliquias antediluvianas, tal como esos mismos habían hecho previamente con el legendario DC-3.
ESTATUS
El proyecto Concorde representó una clara provocación de los europeos hacia la industria aeronáutica estadounidense, que había descartado ideas similares a través de Boeing y Lockheed. Sin embargo, su impacto trascendió la propia aeronave: una de las consecuencias más significativas fue el nacimiento de Airbus, la compañía que hoy fabrica el A380, el avión más grande del mundo, capaz de transportar hasta 544 pasajeros en cuatro clases diferentes.
Air France y British Airways marcaron un hito el 21 de enero de 1976, al iniciar simultáneamente sus servicios con el Concorde. Los vuelos inaugurales conectaron París con Río de Janeiro. Apenas cuatro meses después, el Concorde cruzaba el Atlántico, uniendo París y Londres con Washington, consolidando su estatus como un ícono de la aviación supersónica.
ÉXITO Y FRACASO
Cuando comenzó su fabricación, el costo del Concorde ascendía a 35 millones de dólares por unidad. Se estimaba un mercado potencial de 500 aviones, pero solo se vendieron 16. La competencia fue feroz, incluso perversa: el Concorde enfrentó una intensa campaña de desprestigio liderada principalmente por Estados Unidos.
La realidad era que Estados Unidos veía en el Concorde una amenaza a su hegemonía aeronáutica, ya que este avión supersónico representaba el inicio de un nuevo tipo de transporte que podría revolucionar la aviación civil.
Sin embargo, el Concorde también enfrentaba limitaciones intrínsecas. Su capacidad de carga era reducida y solo podía transportar 100 pasajeros, lo que encarecía el boleto a aproximadamente 10 mil dólares por un viaje redondo intercontinental. Además, el mantenimiento de la aeronave, por ser tan innovadora y técnicamente avanzada, resultaba extremadamente costoso, llegando a ser cinco veces más caro que el de las aeronaves convencionales.
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DECLIVE
Una serie de eventos desafortunados marcaron el declive del Concorde. El 25 de julio del año 2000, una pieza suelta de un DC-10 que estaba en la pista impactó el motor de un Concorde de Air France durante el despegue, provocando una explosión y su posterior caída. La tragedia conmocionó al mundo entero, dejando un saldo de 113 vidas perdidas.
Aunque este fue el único accidente en toda la historia operativa del Concorde, la confianza en la aeronave quedó profundamente afectada. Obligado a permanecer en tierra durante quince meses, el avión sufrió consecuencias financieras irreparables. Este incidente marcó el principio del fin, y el Concorde dejó de surcar los cielos, cerrando así el capítulo de la aviación supersónica comercial.
INCONQUISTABLE
El Concorde fue un ícono del siglo XX, una majestuosa ave blanca cuyo diseño perfecto, nacido en los años setenta, sigue siendo insuperado. Más que un avión, simbolizaba la rebeldía humana descrita por Ayn Rand: esa fuerza indomable que impulsa a crear nuevas realidades y abrir caminos que antes parecían imposibles.Su vuelo no solo surcó los cielos, sino también los sueños de quienes se atreven a desafiar los límites de la imaginación y la tecnología.
El Concorde no ha perdido su esencia. Su legado vive en quienes miran más allá del horizonte, dispuestos a transformar lo imposible en posible. Porque conquistar lo inconquistable no es solo un desafío, sino el destino más noble de nuestra humanidad. Significa luchar contra la perversa mediocridad.
Mientras exista ese espíritu indomable, el Concorde seguirá volando en el corazón de los soñadores; me refiero a esos renegados, a aquellos que, contra todo y todos, crean nuevas realidades. Realidades impensables para las personas acomodaticias y mediocres...
¡Miles de años atrás, un gran hombre descubrió cómo hacer fuego!
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