Las campanadas de la política y el tañer de la vida cotidiana

Opinión
/ 11 diciembre 2022
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En épocas electorales, como la que estamos viviendo hoy, y que no se diga lo contrario, vienen a la memoria acontecimientos pasados en relación al tema.

Hace 15 años por estas fechas, el PRD realizaba un mitin político en el Zócalo de la Ciudad de México, frente a Palacio Nacional y la Catedral Metropolitana, cuando de pronto se echaron al vuelo las campanas de la catedral para llamar a los fieles a algún oficio religioso, como es costumbre en los templos católicos. El asunto dio motivo a un grupo de vándalos perredistas para irrumpir en son de guerra en el recinto religioso, al considerar que la intención del repique de las campanas era un intento de acallar las voces perredistas que ya resonaban fuerte entre los miembros reunidos de su partido. Aquella cuestión provocó un escándalo, desde el cierre de la Catedral hasta la exigencia de que el Gobierno del Distrito Federal, emanado del PRD y encabezado por Marcelo Ebrard, garantizara la seguridad del patrimonio artístico que alberga el templo, al mismo tiempo que de las personas que a él asisten. Entrevistas de los abogados de uno y otro grupo, la firma de convenios entre autoridades civiles y representantes de las autoridades religiosas, la instalación de circuitos cerrados de televisión y el señalamiento por parte de las autoridades civiles de presuntos responsables. Un hecho más que se agrega a la historia de las campanas de la Catedral de México, así como a la historia política de la capital y la del propio y ahora alicaído Partido de la Revolución Democrática.

Las campanas de nuestra Capilla del Santo Cristo y de Catedral han oído y visto infinidad de acontecimientos políticos suscitados en la plaza de Armas desde hace más de dos siglos y medio. Desde el ahorcamiento de soldados mexicanos en la Intervención norteamericana y las arengas que hace unos 50 años dirigía el economista non Adrián Rodríguez al gobernador en turno, hasta los reclamos que micrófono en mano y desde el balcón del edificio que ahora ocupa la Facultad de Ciencias Sociales de la UAdeC hiciera el líder comunista de a deveras, Casiano Campos, a un presidente de la República quien atravesaba la plaza entre la multitud allí reunida acompañado del gobernador en turno para ingresar al Palacio de Gobierno; desde las marchas universitarias, primero en busca de la autonomía y después en la exigencia del cumplimiento de sus estatutos por una amañada elección de rector en los ochenta, hasta los plantones de campesinos, obreros, mineros, y más recientemente de los maestros pensionados que exigen sus vapuleados derechos.

Imposible mencionarlo todo, pero sí que no todo es política. La historia misma de la fundición de las campanas de la Capilla del Santo Cristo, guardada por muchas generaciones saltillenses, la narra Vito Alessio Robles en su libro “Saltillo en la Historia y en la Leyenda”. Ahí asegura que su bella sonoridad se debe a la gran proporción de oro y plata que contienen los bronces, debido a las joyas y barras de oro y plata arrojados a los moldes de la fundición por los creyentes y doña Josefa Báez Treviño, la gran devota del Santo Cristo de Saltillo.

Don Vito se explaya como pocas veces lo hace en sus textos: “A propios y extraños llama sobremanera la atención el delicioso y sonoro timbre de las campanas de esta torre. El alcance de su tañido es grande y su sonoridad es dulce y cadenciosa. Cuando una de las campanas, al amanecer da el toque de alba, parece difundir un alegre canto a la aurora que se anuncia sonrosada en los picos de la vecina Sierra Madre; el toque de Ángelus, cuando el crepúsculo incendia con tonos rojos y violetas los pelados y pardos crestones del cerro de Tlaxcala y el extenso valle comienza a cubrirse con los tonos de la noche, suena grave y uncioso, y cuando todas las campanas llaman a rebato y las esquilas voltejean rápidamente para celebrar algún fausto suceso, sus sonidos y sus vibraciones, unos graves y otros agudos, pero todos de gran sonoridad, semejan los compases enérgicos y los coros ardientes y entusiastas de un himno triunfal”.

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