Las cartas de William L. Purcell

Opinión
/ 29 enero 2023
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William L. Purcell nació en Irlanda en 1845, habiendo llegado a Saltillo en 1866, donde vivió y desplegó su intensa actividad empresarial durante cerca de 40 años. Falleció en 1909 en San Antonio, Texas, y sus restos mortales descansan en un panteón de nuestra ciudad.

Purcell fue un empresario, que siguiendo la lógica de los negocios buscaba obtener utilidades, sin embargo, hay que reconocer que como emprendedor tomó riesgos, y en tal sentido, hizo inversiones que generaron valor y empleo, habiendo llevado muy bien puesta la camiseta de Saltillo.

Incursionó en actividades como: la textil, la producción de ixtle —en una de sus misivas se refirió al tallado de la lechuguilla como el trabajo más duro-, el comercio, la banca, sin embargo, sus proyectos principales giraron en torno a la minería —en lugares como Sierra Mojada, Concepción del Oro y Mazapil, éstos dos últimos en Zacatecas-, así como en el cultivo del algodón, en la Laguna.

En sus cartas hizo numerosas referencias a dos temas fundamentales en esa época: el clima y el agua. Respecto al primero, mencionó algunos inviernos sin frío, señalando que la temperatura era parecida a la de mayo, pero también describe una nevada en diciembre de 1880 en que la nieve acumulada alcanzó entre seis y ocho pulgadas. Menciona también las prolongadas sequías, algunas con duración de hasta tres años.

En su tiempo, la agricultura y la ganadería dependían en gran medida de las lluvias de temporal, siendo los principales cultivos de la región el trigo, el maíz y el frijol, y en la ganadería el pastoreo de cabras y chivas. En 1892 tuvo lugar una prolongada sequía con duración de tres años, la que agudizó la escasez de los cultivos básicos en la dieta de la gente.

Al respecto escribió Purcell: “...no rains, no crops”. Agregando que el frijol se volvió un lujo, y que hubo necesidad de importar maíz de Kansas City, Missouri.

En esa coyuntura promovió la fundación de la “Junta de Beneficio”, con el objetivo de hacer llegar este grano a las familias pobres a un precio menor al del mercado. 60 años después, y debido a la gran carestía existente, la agrupación católica “El Ropero del Pobre” vendió maíz a un precio preferencial a la gente necesitada. Vemos aquí la circularidad del tiempo.

Respecto al maíz, actualmente en México importamos 16 millones de toneladas anuales, la gran mayoría procedente de Estados Unidos; otra vez el nefasto imperio metiendo sus narices. Para transportar esa cantidad de grano se requieren alrededor de 160 mil góndolas de ferrocarril de 100 toneladas cada una. Es decir, cerca de 440 vagones al día, y si consideramos que la población de Coahuila representa el 2.5 por ciento de la del país, aproximadamente 11 carros llegarían como promedio diario a nuestra entidad.

El agua fue, y sigue siendo un recurso primordial, ya que en ese tiempo las cosechas eran de temporal y provenían de las haciendas y ranchos cercanos a Saltillo, asimismo, las primeras fábricas en los ramos textil y molienda de trigo, datan de fines del siglo XIX, habiéndose ubicado en la Aurora y por el rumbo de la Hibernia —que significa Irlanda en latín—, al oriente de nuestra ciudad, y funcionaron con el agua “Navarreña”.

Sin embargo, el exceso de lluvias ocasionaba efectos negativos, al destruir las cosechas de algodón y provocar inundaciones, como la registrada en 1894 en Piedras Negras. De nuevo nos encontramos con los ciclos del tiempo, ya que en 1954 al desbordarse la presa “Falcón” tuvo lugar un desastre en esa ciudad fronteriza.

En sus cartas Purcell menciona entre otras cosas, que en Saltillo había un consulado de Estados Unidos, (1876), que el costo de la vida era de 80 pesos al mes (1887), que un baile del Casino había terminado a las cuatro de la mañana, (Esto en agosto de 1887, y tal vez por la fecha, antecedente del famoso “Blanco y Negro”). En 1894 un dólar mexicano —así lo escribió— equivalía 51 centavos americanos.

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Hay más información en esta interesante y valiosa correspondencia, sin embargo, debido la falta de espacio debemos concluir, esperando retomar el tema. Para este artículo tomé como referencia el libro “Frontier Mexico 1875-1894” Letters of William L. Purcell editado en 1963 por Anita Purcell y que llegó a mis manos gracias a mi amigo y colega economista Roberto Chávez.

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