Las definiciones del arte VII: Robin Collingwood: el arte no es artesanía
El filósofo de la historia Robin George Collingwood (1889-1943) ha sido quizá quien mayor influencia tuvo en lengua inglesa en la definición expresiva del arte en su libro Los principios del arte (1938): el arte fundamentalmente como expresión. Sin embargo, en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, Collingwood ya distinguía dos problemas en esta definición: la gran cantidad de significados con que se le había cargado al término; y la necesidad de una teoría filosófica para demostrar que era un fenómeno esencial de la mente. Esto no le era extraño, siendo él profesor de Filosofía en Oxford.
Revisitando su postura, encontramos una urgencia de contener una definición del arte y distinguirla de conceptos adyacentes, algunos de los cuales ya hemos visitado. Collingwood es un escritor poco conocido y citado en los estudios mexicanos y latinoamericanos del arte, por eso mi interés de traerlo a la luz. Su pensamiento, en los albores del siglo pasado, se contraponía a la idea romántica decimonónica prevaleciente sobre el genio creador, y consideraba como punto de partida y distinción fundamental el aspecto artesanal de lo que era arte, concepto que surge naturalmente de la sociedad industrial de la que nació. Para él, se había llamado erróneamente “arte” a la magia y la maestría técnica, así como a la representación y al entretenimiento.
Arte como oficio o técnica (del griego techné): para Collingwood, la mera característica artesanal o técnica no es suficiente para que algo sea arte, y sin embargo en el lenguaje común todo el tiempo lo usamos: el arte del tejido; el arte de la repostería; el arte de la comunicación... Es decir, distingue el “arte” de lo bien hecho, lo cual en términos filosóficos sería separar la acción como medio de la acción como fin (esto nos llevaría a plantearlo desde la teoría del arte por el arte). Para que sea arte, enfatiza Collingwood, es necesario que genere ciertos estados mentales.
Arte como representación: Aquí recordamos que el arte está asociado históricamente a la mímesis, la cual requeriría la habilidad de copiar la realidad tal cual. Así, Platón señalaba que los pintores y escultores engañaban, al ser un arte de tipo naturalista. Si consideramos que el arte es igual a representación, eso significaría que todos los griegos serían atléticos y las mujeres de proporciones perfectas. Por eso Collingwood rebate esta idea y señala que el arte no es mera representación y no puede estar basado exclusivamente en la literalidad (como que un retrato se parezca al modelo). Incluso podemos citar otra postura contraria y anterior a Collingwood que rebate la idea de mímesis: la del historiador del arte alemán Wilhelm Worringer. En su libro Geometría y abstracción (1908) disertó sobre el arte prehistórico, tratando de encontrar el inicio y desarrollo de estas tendencias (que ahora sabemos existían al lado del naturalismo).
Arte como magia: Para nuestro autor, es otra habilidad tal como la artesanía, mas no es arte. La magia es para él una representación ritualizada de una emoción con un sentido práctico para reforzar la esperanza, como explica Gary Kemp en su exhaustivo análisis sobre el pensamiento estético de Collingwood, a quien aquí cito. Es decir, Collingwood no se fía d el efecto mágico de cambiar la realidad, sino que sólo reconoce la acción ritualizada y su energía, y así señala que los deportes, banquetes, graduaciones o la religión involucran, de alguna manera, la magia.
Arte como entretenimiento: La diversión es artesanía, no arte. El autor inglés refiere que el entretenimiento estimula emociones al “hacer creer”; si bien el divertimento puede existir en una obra de arte -como en el teatro de Shakespeare-, el problema es que se confunda con el estándar del gusto del arte como tal.
Para concluir, Collingwood concibe al arte como un lenguaje, aunque hay problemas en su concepción, de acuerdo con Kemp, como el hecho de que condiciona el contenido expresivo de una obra a la resonancia del público con la del artista que la creó, algo imposible de constatar y extremadamente subjetivo.
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