Las mujeres, abandonadas
por la 4T

Opinión
/ 16 marzo 2022

Como Cuatro Jinetes apocalípticos que revelan la demostrada falta de empatía de este gobierno hacia las mujeres, la pobreza, la injusticia, la inseguridad y la corrupción siguen minando a un segmento social que fue clave en los resultados electorales de 2018, el de las mujeres más necesitadas del país.

El abandono federal y la reducción de programas dirigidos a las mujeres alcanza dimensiones de escándalo con la cancelación de las escuelas de tiempo completo que incluían la dotación de alimento para los alumnos. En sustitución de ese servicio, se recurre a la dádiva que supone la entrega directa de dinero a más de tres millones y medio de mujeres para que –aun si trabajan y son madres solteras- resuelvan sus problemas como puedan.

Esta nueva demolición no comenzó ayer. A tres días de iniciado el sexenio fueron eliminadas de un plumazo guarderías públicas y albergues de protección a mujeres violentadas o maltratadas, hoy se contabilizan entre 12 y 18 los programas sociales cancelados o reducidos a una mínima expresión.

El gobierno federal minimiza e ignora cualquier reclamo y continúa esa destrucción imparable de programas e instituciones que enarbolaban la protección a los derechos de las mujeres. El desprecio y sordera antifeminista se evidencia incluso con la defensa presidencial a las designaciones de un candidato a gobernar Guerrero y de un prospecto de embajador mexicano, ambos señalados y acusados formalmente como acosadores sexuales.

Las casas para atender mujeres maltratadas eran al menos paliativas para casos extremos y daban visibilidad pública y contención a la violencia antifeminista, siempre con la esperanza de lograr políticas públicas más consistentes y compartidas entre sociedad y gobierno para atender esa lacerante realidad. Sin embargo, la demolición de estas instituciones y estructuras de protección a las mujeres, sólo ha contribuido a aumentar los feminicidios, que en este año suman 75 víctimas.

Como respuesta del poder reciben el señalamiento palaciego de que ellas también “forman parte de las intrigas y conspiraciones de la derecha golpista contra el gobierno actual”.

La cancelación del seguro popular, realizada bajo el argumento de la corrupción imperante sigue sin ser demostrada. La existencia del Insabi —que intenta reemplazar al seguro popular— sigue marcada por la escasez de los medicamentos que le corresponde proveer. Las cadenas de producción y suministro de medicina siguen rotas, todo en nombre del combate a la corrupción, sin que los presuntos responsables de ella hayan pisado un juzgado.

La ausencia real de apoyo y solidaridad hacia las mujeres adquiere características de tragedia ante los grupos de madres que buscan a familiares desaparecidos y han desarrollado incluso técnicas “sui generis” para localizar restos humanos peinando la tierra con varillas y lanzas de madera. Lo han hecho sin apoyos de un gobierno impávido ante las desapariciones asociadas con frecuencia a la violencia entre particulares y víctimas de la delincuencia.

La reducción de programas de atención a las mujeres sigue exhibiendo de fondo que la única expansión que interesa al Estado no es el fortalecimiento verdadero de la economía social y del bienestar, sino es el control político y clientelar de masas cada vez más dependientes y empobrecidas, aún si nada asegura que ese pernicioso experimento pueda ser sostenible a mediano plazo.

Los brotes de enojo y frustración ante las incumplidas ofertas mañaneras comienzan a notarse hasta en las giras presidenciales, en las que todo se realiza fuera de la plaza pública, en espacios cerrados, resguardados y protegidos por fuerzas federales y ante públicos formados predominantemente por quienes han sido despreciativamente considerados como “mascotas”. ¿Cuánto más de lo mismo habremos de ver este año y hasta 2024?

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