Las mujeres piratas
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Cuando escucho el término “historias de piratas” automáticamente pienso en novelas de aventuras como “El Corsario Negro” de Emilio Salgari o en películas taquilleras como las que protagonizó el ahora polémico Johnny Deep. Por eso me atrajo el libro “Mujeres piratas” de Laura Sook Duncombe. El subtítulo es también llamativo: “Las princesas, prostitutas y corsarias que gobernaron los siete mares”. La obra presenta un recorrido por el tiempo, desde el origen de la piratería en la antigüedad hasta la presencia de las piratas en el cine. Estos personajes —que han recibido nombres como “saqueadores”, “perros del mar”, “filibusteros”, “bandidos” y otros menos amistosos— pueden representar, como figuras arquetípicas, valores asociados con el crimen o con la libertad. ¿Héroes o traficantes? ¿Trotamundos o asesinos? Cuando son mujeres, ¿el mito cambia o se conserva?
Los piratas, por su misma condición de burladores de la ley, mantenían un perfil bajo respecto a su verdadera identidad. La autora explica en el libro que es muy difícil compilar información histórica y verídica acerca de los corsarios. Casi todos se encuentran detrás de su propia leyenda. Las mujeres piratas, en su momento, fueron temidas y gozaron de gran fama, aunque ahora sus historias se mantengan al margen: “Las piratas suelen estar ausentes del análisis histórico porque su existencia misma amenaza los roles de género tradicionales de los hombres y mujeres. Los piratas viven fuera de la ley fijada por el hombre, pero las piratas viven fuera de la ley fijada por la naturaleza. Se las excluye porque no encajan bien en la categoría de mujeres ‘normales’ ni tampoco en las que atañen a las virtudes de las mujeres tradicionales”. Sumado a esto, durante años las mujeres no fueron “dignas de documentación histórica”, por lo tanto investigar sus huellas es doblemente difícil.
Sook Duncombe comienza el libro con una cita de Homero, porque “La Odisea” ya refiere a los filibusteros marinos, pero la existencia de los piratas es más antigua. En la Edad de Bronce tardía, en el Mediterráneo, se daba una “actividad pirática”. La escritora aclara que la palabra pirata “proviene del griego antiguo ‘piero’, que significa ‘hacer un intento’”. Las condiciones de la navegación, sin la tecnología de hoy, obligaban a los barcos a seguir siempre las mismas rutas, lo que facilitó los ataques. Según el libro, la pirata más antigua conocida fue una reina, Artemisa I de Halicarnaso. Viuda y con un hijo, tomó las armas para ir a la guerra. Esta primera piratería era de corte político, donde se invadían otros pueblos para obtener poder.
En Egipto se documentó la presencia de piratas. Esta civilización también exploró los mares. Incluso el cuento egipcio “Relato de un náufrago” se considera la obra literaria más antigua sobre marineros. Sin embargo, fue el pueblo vikingo el que desarrolló las leyendas memorables de piratería, aunque su estilo fue distinto. A pesar de que el rol de las mujeres aún causa polémica entre los historiadores, contamos con míticas figuras como Ladgerda, quien dirigió una tropa de 120 barcos para rescatar a su exmarido. Sook Duncombe enumera las mujeres piratas de otras épocas, como el Medioevo y explica la historia de la marginación política del sexo femenino en diversas culturas. Es impresionante la cantidad de historias de reinas y guerreras que aparecen en el libro. Me pregunto por qué no conocía ninguna de ellas. En la escuela nos enseñan las vidas y batallas de los reyes y una que otra reina loca. En realidad, las mujeres estuvieron a la par de los varones en la política y hasta en las actividades bélicas, asociadas siempre al universo masculino. Recordemos a Sayyida, Grace O’Malley, Gráinne Ní Mháille; a las piratas de la edad de oro como Anne de Graaf y Jacquotte Delahaye; las del Caribe, Anne Bonny y María Cobham; a la gran Cheng I Sao, la mujer más temida de toda la historia, que tenía 60 mil piratas a su disposición. Mujeres, como dice el libro, “dueñas de su propio destino a cualquier costo”.