Lo de ahora es lo inédito: la huella de populismo en el mundo no es para presumir
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La detención del expresidente Donald Trump no guarda precedente, no sólo en la historia judicial y política de EU, no hay un caso semejante en una democracia avanzada. El hecho atiende a una exigencia judicial derivada de un escandaloso pecado convencional: haber comprado el silencio de una actriz porno que amenazaba divulgar un encuentro extramatrimonial acontecido diez años antes. La pretensión de evitar el escándalo y la victoria presidencial, ahora revive y puede significar al acusado su exclusión en la competencia por la presidencia. El hecho retrata al personaje, y todavía más que el pago se haya hecho con recursos de la campaña de 2016. Los donadores pagaron eso.
No hay, hasta el momento, caso judicial formal en contra del expresidente por el golpe de Estado en el ataque al Capitolio el 6 de enero de 2021, en el que se pretendió violentamente impedir el relevo democrático del gobierno. Tampoco la fiscalía ha avanzado sobre el caso de la sustracción de documentos oficiales protegidos o por el de la evasión fiscal. Esos debieran ser los temas de la acusación, no la frágil moralidad del personaje.
El populismo ha dejado su huella en el mundo y en ningún caso es para presumir. Boris Johnson, en Gran Bretaña, dejó un precedente de oprobio. El campeón de la lucha antieuropea devino en un tramposo, exhibido por su hipocresía y doble estándar en medio de las dolorosas medidas restrictivas impuestas a la sociedad para contener la pandemia. En Brasil, se hace presente el ocaso de Jair Bolsonaro, su exceso, su desdén a la institucionalidad democrática y a las reglas básicas de la civilidad democrática.
Trump forma parte de ese populismo y en el pecado lleva la penitencia. Aun así, es, por ahora, el aspirante a candidato presidencial con más adherentes en el Partido Republicano. Está por verse si la detención significará merma en su apoyo popular. Al respecto, debe tenerse en perspectiva que, para la abrumadora mayoría de los votantes republicanos, fue despojado del triunfo en la elección presidencial.
En el caso de México se viven condiciones diferentes. El presidente López Obrador goza de una importante base popular de apoyo, que se acompaña de la debilidad de la oposición formal y la connivencia de las élites mexicanas. Esto significa que el mandatario mexicano tiene condiciones de privilegio. Sólo Nayib Bukele, presidente de El Salvador, le supera con creces y por las peores razones.
Mucho ha sucedido al margen de lo pensable. No todo tiene que ver con la política. La revolución digital continúa en la transformación de las relaciones sociales, el entretenimiento y la economía. De la misma forma, la pandemia y su secuela han alterado en muchos sentidos a la sociedad, a las familias y las personas. Lo inédito es lo de ahora y no significa que los acontecimientos tengan un impacto positivo.
Un elemento que acompaña a la transformación es el descontento. Se asocia a un fastidio con el orden de cosas y del mismo sistema económico por no satisfacer las pretensiones de la mayoría. Se vive en una sociedad del mínimo esfuerzo y, a diferencia de las generaciones pasadas, las personas están poco dispuestas a pagar el costo del bienestar o para un régimen con mayor equidad, inclusión y seguridad social y jurídica.
El desencuentro entre los deseos y la realidad ha propiciado el surgimiento de proyectos populistas. A pesar de su transitoriedad, tales experiencias dejan huella, casi nunca virtuosa. La sociedad británica tiene que encarar el costo de haber renunciado a conformar parte de la Unión Europea. Los brasileños ven el deterioro de su extraordinario patrimonio ambiental en la amazonia, además de una polarización que persiste y afecta la cohesión social y la legitimidad no sólo de las nuevas autoridades, también del conjunto del sistema. La sociedad norteamericana, como pocas veces, profundamente dividida y sin saber hacer frente a sus propias inseguridades, como la migración o el problema de salud pública por las adicciones.
Lo inédito de alguna manera llegó para quedarse con la consecuente transfiguración; dejará de ser novedad y formará parte de la realidad existente. Aspirar al regreso del pasado es insostenible. La imaginación y la fortaleza de las sociedades invitan a construir soluciones en el marco de una nueva realidad y sin despojarse de las cosas buenas que con esfuerzo y tiempo se han edificado.