Los libros, el universo para explorar
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El 12 de noviembre se conmemoró el Día Nacional del Libro. Ese objeto maravilloso que ayuda en los momentos más felices y en los más duros, en los monótonos y rutinarios, en los cuales es posible salir de los días comunes y corrientes e iniciar una fantástica aventura de conocimiento.
Leer no hace a ninguna persona mejor que otra. Leer lo que hace es enriquecer el mundo de quien entra en sus letras, en sus contenidos, para experimentar nuevas sensaciones, para ponerse en la piel de los personajes, conocer escenarios y adentrarnos en mágicos universos.
El libro es fantasía, es amor, es conocimiento. La literatura, en una de sus grandísimas oportunidades, dota de emociones que avivan el entusiasmo por la vida y por la naturaleza.
Hay personajes que nos acompañarán toda la vida. Entre mis personajes favoritos estarán por siempre la dulce Marianela, de Benito Pérez Galdós, la desdichada María, de Jorge Isaacs, así como la doliente y valiente Ana Karenina de León Tolstoi.
Personaje entrañable también lo fue Tom Joad, de Las uvas de la ira, con su determinación, su valentía, su forma de estar en el mundo y su decisión de continuar adelante en medio de una recesión que parecía que apagaba todas las oportunidades, al igual que su madre, a la que dedicará nobles y esperanzadoras palabras.
Los libros que sellaron adolescencia y juventud estarán determinados por la justicia que marcan sus líneas: Los Miserables de Víctor Hugo; Papá Goriot de Balzac; Guerra y Paz de Tolstoi. Son libros donde personajes y escenarios dotan de singulares tamaños para entender a la especie humana: sus fallas y sus aciertos, pero más allá que meros aciertos, verdaderos actos de heroísmo, donde queda de manifiesto cuándo el hombre puesto a prueba logra salir de sus desventuras y de la desesperanza.
Y lo mismo va a ocurrir con Todo un hombre, de Tom Wolfe. Es el hombre que entenderá su fuerza de espíritu, la capacidad de estoicismo a que puede llegar si comprende bien las señales que están a su alrededor.
Libros hay que son verdaderos hallazgos de la imaginación pura, como Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, y otros más en los cuales las historias oscuras pueden llegar a cimbrar el espíritu para entender una parte del ser humano que lo ha acompañado desde que lo es. En este ejemplo, A sangre fría, de Truman Capote, obra que a él mismo causó severo impacto y que se constituiría en las primeras aportaciones del Nuevo Periodismo, donde la literatura tenía el mismo peso que el Periodismo.
Poetas no pueden dejarse de lado en este breve recuento de lecturas: Las voces de Xavier Villaurrutia; Ramón López Velarde; Manuel José Othón: todos ellos cantando desde lo más íntimo del ser hasta la profundidad del alma.
Otro mexicano, Juan Rulfo y sus enormes Pedro Páramo y El llano en llamas, historias fascinantes en las que nuestro espíritu vaga libre por entre desiertos y conoce personajes únicos e inexplorados.
Libros, libros, libros. Los que están ahí, esperando nuestra lectura; los que nos comunican historias habidas hace tanto tiempo, los que nos hacen habitar en escenarios inimaginables y fabulosos; los que nos hacen sentir, con una línea, que la vida puede vibrar en un sentido distinto al acostumbrado. Aquellos que nos dan fortaleza en el dolor; alegría en la desesperanza; certidumbre en las horas grises. Gracias a los cuales muchos de quienes ya no están retornan con sus pensamientos y su afectuosa presencia.
Los libros, esos espacios para la vida que aguardan y nos hacen una existencia mejor.