Los recortes presupuestales, ‘castigan’ el desempeño de Coahuila
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El denominado ‘Pacto Federal’, se ha dicho en múltiples ocasiones, requiere de una revisión a fondo porque no está generando los resultados que debería en términos de crecimiento
La idea central de un estado federado es que las entidades que lo integran cedan parte de su soberanía en aras de construir un todo que es mucho más que la suma de las partes. Y “mucho más” implica que todos se benefician del acuerdo porque obtienen cosas que de otra forma no tendrían o les implicarían un gasto mucho mayor.
Así pues, las asimetrías que suelen existir entre entidades federadas se asumen como un “mal necesario” que no implica un impedimento para el desarrollo de la república, sino una oportunidad de crecimiento colectivo a ritmos mayores a los que podría lograrlo cada quien por separado.
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La idea de “subsidiar” el desarrollo de las porciones menos adelantadas surge de forma intuitiva y constituye un acuerdo explícito entre las partes, un acuerdo cuyo componente central es la idea de que a todos conviene inyectar recursos allí donde la economía no es igual de fuerte o sólida.
Sin embargo, la idea del subsidio no es -no puede ser- un elemento de carácter permanente, sino más bien temporal. En otras palabras, la inyección de recursos a las zonas menos adelantadas debe estar vinculada a un compromiso concreto para desarrollar su economía, es decir, para reducir la asimetría entre regiones de la federación.
Este último elemento ha estado ausente de nuestro pacto federal y por ello, aunque sí se ha cumplido lo primero -la transferencia de recursos a las zonas de menor desarrollo-, tal hecho no ha estado ligado a una estrategia puntual para mejorar su desempeño.
Así, las entidades del centro-norte del país -además de Yucatán- han desarrollado vocaciones productivas de diversa índole y se han convertido en polos de desarrollo con una actividad económica permanentemente orientada al crecimiento, mientras la mayor parte del sur del país se ha mantenido esencialmente en el mismo lugar.
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En épocas de bonanza económica tal circunstancia no llama particularmente la atención, pero en las épocas de “vacas flacas” el tema se vuelve importante, porque es cuando más se nota que, con las reglas actuales, la eficacia y el buen desempeño “se castigan”, mientras la apatía, el pobre desempeño recaudatorio y, en general, la ausencia de esfuerzos para generar crecimiento, “se premia”.
El esquema de “premios” y castigos” se nota claramente en la distribución de los ingresos federales, pues mientras a entidades como Coahuila se les recortan constantemente las participaciones y se le entrega menos de lo pactado en el presupuesto de egresos, a entidades con pobres desempeños se les sigue subsidiando.
La perversión del modelo salta a la vista: las entidades con pobres desempeños no tienen ningún incentivo para modificar su actitud, pues a menores resultados, mayores ingresos. Se trata de un círculo vicioso que es imperativo frenar y revertir, pues por esa ruta jamás dejaremos de ser un país donde lo único que se produce en grandes cantidades son pobres.