Los ricos también lloran. No hay felicidad, pero sí ansiedad
¿Cuánto dinero es suficiente? Oxfam, organización no gubernamental de origen británico, realizó a principios de año un estudio acerca del número total de multimillonarios en el mundo. En esa categoría incluían sólo a personas con recursos superiores a los 50 millones de dólares. Los resultados son escalofriantes: 128 mil personas, apenas el 0.1 por ciento de los más de 8 mil millones de personas que vivimos en este planeta, tiene más de esa enorme cifra: 50 millones de dólares.
Pero Oxfam junto a una firma de consultoría de nombre Statista, fue más allá y definió un término que suena hasta grotesco: “riqueza extrema”, un selecto grupo en donde, para ingresar, es necesario tener un patrimonio superior a los mil millones de dólares. Estos ricos extremos son apenas 3 mil 192 personas, es decir, estos pocos miles de personas tienen más dinero que la mitad más pobre de la humanidad.
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¿Pero este dinero les da tranquilidad? ¿Son más felices que usted y yo? Un proyecto de investigación que lleva el nombre de “Las Alegrías y Dilemas de la Riqueza” y que estuvo a cargo del Centro de Bienestar y Filantropía de Boston, reveló información tan sorprendente y a veces absurda, pues muestra a los multimillonarios como seres humanos infelices, deprimidos e insatisfechos.
El estudio, que encuestó a 165 hombres, se centró principalmente en los dilemas y el entender por qué son seres insatisfechos. El resultado de esta investigación asegura que los encuestados piensan que su dinero, más que darles tranquilidad, les produce ansiedad. De hecho, y aunque usted no lo crea, la mayoría todavía no se considera financieramente segura; pues para eso, dicen, requerirían en promedio un cuarto más de riqueza de la que poseen.
Incluso uno de los entrevistados, heredero de una enorme fortuna, declaró: “No me sentí seguro financieramente hasta que no tuve mil millones de dólares en el banco”. Cuanta razón tenía el filósofo alemán Arthur Schopenhauer que, en la regla número cuatro de su obra “El Arte de ser feliz”, escribió: “La riqueza se parece al agua de mar; cuanta más bebemos, tanto más sedientos nos sentimos”.
Inverosímil, pero hoy podemos saber que los millonarios tienen dilemas y problemas, similares a las del resto del mundo, y que viven tan preocupados por el futuro de su dinero, tal y como usted y yo vivimos preocupados por nuestro futuro, pero sin dinero.
Angustiados, los multimillonarios se hacen dos preguntas: ¿Tengo el dinero suficiente para no quebrar? y ¿estoy educando bien a mis hijos? La mayor preocupación de los millonarios son los hijos, su formación y borrar en ellos la idea de que el dinero resuelve la vida, pues lo único que logró el dinero es precisamente lo contrario: se las arruinó.
Los multimillonarios, dice el psicólogo Robert A. Kenny, uno de los participantes en el estudio, que sobre el dinero “se preocupan por perderlo, se preocupan por cómo invertirlo o las repercusiones de tenerlo. A medida que se incrementan los ceros, crecen los dilemas”.
Se sienten aislados e incluso a algunos la riqueza los hace tan infelices como a algunos pobres los hace la pobreza. Los lujos se convierten en una necesidad y a veces en una incomodidad, llegando a creer que la gente se acerca a ellos por su dinero y en muchas ocasiones tienen razón, ya que existen personas dedicadas a agradarles y a convertirse en sus bufones. Los ejemplos locales abundan, usted sólo ponga los nombres.
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Los sujetos, motivo del estudio, reflejaron su preocupación real de que en ellos y sus familias se confirme algo que ha sido estudiado a detalle: el 70 por ciento de los grandes patrimonios no pasan jamás de una tercera generación, pues aquello que sólo se ha podido alcanzar con grandes esfuerzos, limitaciones y mucho trabajo, se pierde en el lapso de una generación.
Que si la fortuna es producto del esfuerzo personal, quien la posee muestra un gran nivel de confianza; pero si ha sido heredada, la mayor parte de ellos son apoderados por sus demonios y se deprimen buscando en negocios fallidos, alcanzar la gloria y el reconocimiento que alguna vez tuvieron sus padres o abuelos.
Es extraño, pero en lo personal y al contrario de lo que sostenía Oscar Wilde, a veces he llegado a pensar que existe sólo una clase de personas que se preocupan más por el dinero que los pobres: los ricos.