Lunes tres de junio
COMPARTIR
TEMAS
Es lunes 3 de junio y el despertador de mi celular suena en punto de las 6 de la mañana. La agitación en la casa inicia ese día. Sandra, mi esposa y yo prendemos el televisor, nos tomamos un café y en redes sociales y televisión, alcanzamos a ver las últimas noticias del Programa de Resultados Electorales, que para esos momentos registra un porcentaje de avance de más del 90 por ciento. Apuramos el paso y, al tiempo que nos alistamos, comentamos los pendientes del día. Antes de las nueve de la mañana nos despedimos.
El día anterior, el domingo dos de junio, millones de ciudadanos acudimos a votar y a expresar con tranquilidad nuestra preferencia. Después nos fuimos a comer y a pasar el día en familia. Ya por la noche, estuvimos pendientes de la jornada. Al final ganó quien tuvo el mayor número de votos. Pero eso ya quedó atrás, pues el día está lleno de compromisos.
TE PUEDE INTERESAR: La música para mejorar la memoria
En los trabajos se comenta el tema durante algunos momentos, pero rápido se vuelve a la actividad cotidiana. Las elecciones han terminado, así que podemos empezar a pensar en cómo será la vida después de ellas. Y es que esta temporada no solo ha sido dura, sino que también ha causado estragos en muchas de nuestras relaciones personales. Vi a muchos amigos y conocidos discutir durante meses en redes sociales respecto a sus posiciones políticas. Entendí que las divisiones en México son tan profundas que algunas, incluso, revelaron cosas inadmisibles como cuestiones raciales, étnicas, de género, religiosas, de clase y una disposición a recurrir a la violencia.
Me apenó ver que muchos hermanos y algunos mejores amigos, cuyas amistades eran de décadas, han dejado de hablarse o de verse debido a las opiniones divergentes acerca de qué candidato o partido es mejor o peor. Con tristeza observé que buena parte de lo que muchos de nosotros criticamos en el día a día, durante las campañas, se asumió como válido.
Leí comentarios que difamaban de forma tan brutal y en muchos casos, la mentira era tan burda, que en un período normal sería imposible creerlos. Pero son tiempos electorales y la verdad no importa. “Más se unen los hombres para compartir un mismo odio que un mismo amor”, decía el español eterno Jacinto Benavente, Premio Nobel de Literatura.
Así fue como dejamos de aceptar que, en la diversidad del pensamiento humano, hay personas que piensan de un modo distinto al nuestro, y no necesariamente están corrompidas. Pero eso no importó, pues las discusiones estaban tan sesgadas y la polarización fue tal, que confiar o no en cuestiones como las encuestas -por supuesto en aquellas que se elaboraron con rigor y atendiendo al método científico- se convirtió en un pecado capital.
Yo mismo, discutí con gente a quien he querido por mucho tiempo y comencé a juzgar sus corazones y valores basado en sus posiciones políticas. Esto me llevó a un terreno oscuro y me pregunté cómo podría ahora disfrutar de su amistad y si de verdad creo que asumieron puntos de vista que para mí son dañinos y odiosos, o si lo hicieron o lo hicimos al calor de la contienda.
Es verdad, lo está y estuvo en juego es mucho, que la competencia política es deseable, que apasiona, polariza y es un ejercicio democrático sano contrastar propuestas, capacidad para llevarlas a cabo y la historia personal de los candidatos. Pero hubiera esperado que lo hiciéramos con mayor respeto y tolerancia.
Me quedé con esos sentimientos durante días y llegué a la conclusión de que la forma en que mucha gente vota, no representa la totalidad de lo que somos como personas. Y aunque es verdad que por quien votamos dice mucho de nosotros, tampoco lo define todo en nuestras vidas.
Así que al hacer un recuento de los daños, pienso si valió la pena pelear con los amigos, discutir hasta el cansancio y defender mi postura, la cual intenté expresar con respeto. México no se acabará ni empezará mañana, domingo dos de junio, y estoy seguro de que luego de esta vorágine, todo volverá a la normalidad, aunque jamás nada volverá a ser igual.
El día después de mañana, el lunes tres de junio, saldré a la calle y, como en los grandes desfiles, alcanzaré a ver cómo barren las calles de este país, pues estarán recogiendo los escombros de las amistades que destrozaron las elecciones.
@marcosduranfl