Madame ‘Weba’ o, lo que es lo mismo, Claudia Sheinbaum
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Una vez transcurrida la glamourosa gala del Oscar (tengo entendido que esta vez no hubo desfiguros que lamentar), es tiempo de que retomemos el diálogo sobre la total decadencia de Hollywood.
Y para abordar el tema, ¿qué mejor que el más reciente y estrepitoso fracaso de la industria? “Madame Web” (2024, S. J. Clarkson).
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Probablemente no estaríamos hablando de esta cinta (la enésima película basada en una historieta que sólo leyó un puñado de inadaptados y el último intento por seguir exprimiendo esa pobre y exangüe vaca moribunda que es el cine de superhéroes), de no ser porque no la fue a ver ni la madre de los productores.
El origen o rasgo más distintivo de la crisis hollywoodense es la falta de originalidad de su actual producción.
Si uno compara la lista de las 20 cintas más favorecidas por el público en un año memorable como 1984, contra las del año pasado, notará que hace treinta años prácticamente todas eran ideas originales, mientras que las del 2023 pertenecían (18 de 20) a distintas franquicias.
Es decir, la que no era una continuación o secuela, era una precuela, o un spin-off, o un remake, o pertenece a alguna de las sagas más sobadas, explotadas y agotadas (sólo preguntémonos qué necesidad había de otra nueva cinta de Indiana Jones, políticamente incluyente y con un protagonista octogenario).
En el caso concreto que nos ocupa, “Madame Web”, enfrenta una serie de inconvenientes bastante particulares.
Para empezar, pertenece al Universo de Spider-Man (nuestro queridísimo Hombre Araña local). Pero, pero, pero... No forma parte de la exitosa saga de pelis conocidas como el Universo Cinematográfico Marvel (el UCM de “Los Vengadores” que su hijo le hizo ver).
La tal Madame Web es sólo una pequeña parte del universo de Spider-Man que aún retiene Sony Pictures, parte conformada por meros villanos sin chiste y otros personajes segundones que a nadie le importan por sí solos sin la presencia de “Spidey”, como Morbius, Kraven el Cazador, Venom, etcétera.
Entonces, aunque en teoría “Madame Web” ocurre en el mismo universo que El Hombre Araña, Sony tiene prohibidísimo hacer mención de éste, no puede nombrarlo en absoluto ni siquiera por su nombre de pila (Peter Parker, por si no sabía).
La trama involucra gente con superpoderes arácnidos aunque adquiridos por causas y en circunstancias muy distintas a cómo los adquirió el héroe clásico. No obstante, esta gente araña pirata interactúa con las personas más importantes en la vida de Peter Parker (quien ni siquiera ha nacido).
Aun así, los metahumanos arácnidos presentados en “Madam Web” andan por allí haciendo sus piruetas enfundados en leotardos sospechosamente similares al traje del Hombre Araña que todo el mundo conoce, aunque en realidad son personajes totalmente desvinculados de nuestro amigo, el Sorprendente Hombre Araña, amado personaje al que nunca se le verá en esta cinta y otras de este universo patito de Sony.
¿Usted lo entiende? No se preocupe.
Sólo trato de establecer lo que me parece inconcebible: ¿Qué esperaban de una mezcla tan desafortunada? Una premisa floja, personajes “derivativos” de un superhéroe clásico del cual ni siquiera pueden hacer mención, pero al cual se empeñan en explotar como gancho y como excusa para que el público (en la presunción de que es una masa estúpida y acrítica) vaya a verla en la ingenua idea de que encontrará alguna conexión importante con el amado Hombre Araña, más allá de algunas referencias vacías y guiños intrascendentes.
“Madame Web” es una peli que se trata de vender desesperadamente bajo la premisa del Hombre Araña, bajo la excusa del Hombre Araña, pero sin presentar, aludir o ni siquiera mencionar al Hombre Araña.
Bueno, pasa lo mismo con “Madame Weba”, me refiero a la candidata del oficialismo, la doctora Ivermectina, la judía más guadalupana, la calca, la carismática Claudia Sheinbaum Pardo.
Sabedora de su amplia ventaja, sabe que está obligada a nadar de muertito. A retener el balón de su lado, a no darle juego a sus opositores, a no exponerse para no poner en riesgo dicha ventaja.
Verse acribillada con preguntas incómodas sobre su propia gestión como Jefa de Gobierno de la CDMX, o sobre el gobierno de su estandarte, Andrés Manuel López, sólo la pone en posición de acortar aquella ventaja de la que goza y con la que muy probablemente llegará al día de la elección.
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Aun así, la doctora está obligada a hacer campaña, a encabezar mítines, a dar discursos y a entrevistarse con gente (aunque sea con aliados de su causa) para que los medios tengan algo qué reportar. Pero el guion de su campaña está dictado desde Palacio, aunque no puede decirlo con ese desparpajo.
Tiene que establecer que el suyo será un gobierno de continuidad, porque ni modo de decir que algo de lo que haya hecho el viejito está mal. No obstante, al mismo tiempo, tiene que venderse como alguien autónoma y con iniciativa propia.
Tiene que ratificar la política de seguridad implementada por su amo, a pesar de las desastrosas cifras de muertes y de territorios perdidos por la ley y en manos de la delincuencia. Debe de alguna manera validar la política de abrazos y no balazos, pero darle a los electores la tranquilidad de que es la vía correcta, no importa cuanta sangre se ha derramado en nombre de semejante sandez. Así que vamos bien, pero hay que rectificar el rumbo.
Intenta convencernos de que ella representa la consolidación de la Transformación, no obstante, el macuspano ya triunfó en todos y cada uno de los rubros que conforman a un gobierno y por eso no queda, gracias a su grandeza, nada que transformar.
Presenta una lista de cien compromisos que es sospechosamente parecida a los compromisos presentados por AMLO a inicio de su sexenio, mismos compromisos que presume haber ya cumplido en su totalidad.
Entonces, doña Madame Weba maneja los mismos argumentos que López Obrador, pero no puede decir que son los argumentos del Presidente. Es una calca, pero tiene que insistir con lo de su autonomía e independencia. Insiste en que está allí por méritos propios, por su trayectoria y su triunfo en un proceso interno, aunque todos sabemos que sin López ella sencillamente no existiría.
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Y, siendo una mezcla tan dispareja como irregular, le auguro a la doctora Sheinbaum, un fracaso tan estrepitoso como el que atestiguaron los cines de todo el mundo con “Madame Web”.
¡Un momento! No se equivoque. Cuando hablo del fracaso seguro de Sheinbaum, no me refiero a las urnas. Su triunfo electoral al día de hoy está asegurado.
No quiero asustarlo, querido lector, potable lectora, lectore ofendide: El fracaso de Madame Weba Sheinbaum no será en lo electoral, sino que acaecerá en su eventual gobierno.