A instancias de mi compañero Suriel Elizondo me di tiempo en la semana para ver las dos conversaciones sostenidas entre Marcelo Ebrard y Diego Ruzzarin -disponibles en YouTube-, en las cuales el primero responde a una pregunta esencial: “¿por qué crees lo que crees?”.
Algunas cosas relevantes deben decirse sobre ambas charlas:
La primera es el número de reproducciones logradas por las piezas: 1.1 millones la primera y 425 mil la segunda. En la era de la vacuidad conceptual y la frivolidad argumentativa (si acaso este último término es posible) resulta realmente vivificante encontrarse con tales cifras para unos videos en los cuales se habla con seriedad sobre temas serios.
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La segunda es el eje alrededor del cual se desarrollan las conversaciones: la filosofía. Más bien dicho, las teorías filosóficas a partir de las cuales Ebrard ha desarrollado sus convicciones, es decir, aquello en lo cual cree y desde lo cual construye sus posiciones políticas.
Una tercera cuestión digna de mención es cómo, pese a la densidad conceptual en la cual se internan las charlas en no pocos momentos, estas resultan sumamente interesantes, incluso entretenidas.
Antes de ver los referidos videos he expresado en múltiples mesas con amigos -casi siempre después de ser acusado de “odiar” a López Obrador y su feligresía- mi disposición a votar por Morena si su candidato fuera Marcelo Ebrard. También he acotado y lo dejo ahora por escrito: solamente votaría por dicho partido si el candidato fuera Ebrard.
Los diálogos del excanciller con Ruzzarin me han reafirmado en dicha convicción, pese a la acotación relevante con la cual concluirá esta colaboración. Pero dejemos eso para el final.
En las conversaciones referidas, Ebrard deja claras, sobre todo, dos cosas: tiene una muy robusta formación académica y posee un sofisticado entendimiento de la realidad nacional, así como del papel de nuestra comunidad en el contexto de la aldea global.
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Dicho en otras palabras y siguiendo el hilo de la pregunta con la cual se titulan las charlas con Ruzzarin: a diferencia de casi cualquier político, Marcelo sí es capaz de expresar con profundidad -pero de forma sencilla y clara, es importante puntualizarlo- aquello en lo cual cree y, a partir de allí, desgranar una robusta e inteligente propuesta de acciones para el gobierno.
Se puede o no estar de acuerdo en la ideología a la cual se suscribe el hoy aspirante a la candidatura presidencial de Morena, pero son indiscutibles la solidez conceptual de la cual parte para expresarla y defenderla, así como la coherencia entre sus posiciones ideológicas y sus propuestas concretas para transformar la realidad.
No queda ninguna duda, escuchándole, de estar ante un hombre de izquierda capaz de empujar, a partir de los postulados de la izquierda, un proyecto de gobierno coherente merced al cual sí se transformen para bien las condiciones actuales de la mayoría de los habitantes del país.
En ese sentido Ebrard no es un político “capaz de darle continuidad a la cuarta transformación”, un amasijo de ocurrencias inconexas y vacías de sustancia cuyo fracaso ya reseñará la historia. Ebrard podría ser -si llegara a obtener la candidatura presidencial- el primer individuo auténticamente de izquierda -de izquierda moderna, no trasnochada- en ocupar la Silla del Águila.
Un solo aspecto de la personalidad de la “corcholata” me causa desazón, aunque también me asombra: su capacidad para, pese a su indiscutible superioridad intelectual, subordinarse como lo ha hecho, a lo largo de todo el sexenio, a un individuo esencialmente imbécil como López Obrador.
¡Feliz fin de semana!
carredondo@vanguardia.com.mx