Mejor prevenir que remediar
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La pandemia fue un parteaguas muy importante con respecto a la salud mental de nuestros hijos. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades en los Estados Unidos reportan que los adolescentes aumentaron un 42% su estado de tristeza, desesperanza y soledad, frente a un 28% una década antes. En un informe de 1994 llamado “Reducir los riesgos de trastornos mentales”, el Instituto de Medicina (ahora la Academia Nacional de Medicina) argumentó que es esencial evaluar las vulnerabilidades de salud mental de las personas en su inicio para evitar los peores resultados. Es esencial identificar síntomas de problemas de salud mental desde la niñez para “Reducir el sufrimiento futuro.”
He observado una gran cantidad de casos de chicas y chicos adolescentes que están envueltos en problemas serios como alcohol, delincuencia, drogas, depresión, condutas obsesivas, ataques de ansiedad, baja autoestima y soledad que pudieron ser tratados desde edades tempranas. Esta semana me llegó un chico de 16 años que fue expulsado de su escuela porque consumió droga en el salón de clases. Además, los papás me comentan que no pueden disciplinarlo ya que tiene conductas agresivas y destructivas. Al preguntarles si de pequeño presentaba alguna dificultad de impulsividad y conductas desafiantes, me respondieron: “Maestro, desde los 3 años no podían regular su conducta. Era sumamente hiperactivo y presentaba conductas violentas hacia sus compañeros y maestros.” Y continué mi cuestionamiento: “¿Recibió algún diagnóstico o terapia con algún especialista?”, su respuesta me sorprendió: “Nunca, no queríamos que fuera medicado.” Probablemente si los papás hubieran permitido que su hijo recibiera algún tipo de terapia, en este momento sería más fácil su ayuda.
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¿Por qué es importante prevenir que remediar alguna enfermedad mental? Durante cada ataque de depresión, el tejido cerebral puede encogerse, especialmente en el hipocampo (encargado de la memoria) y la corteza prefrontal (encargado de las funciones ejecutivas como toma de decisiones, control de impulsos, empatía y pensamientos de orden superior). No está claro si esta atrofia cerebral puede revertirse por completo. Los cambios cerebrales durante la adolescencia pueden hacer que los adolescentes sean especialmente vulnerables a la depresión. En un estudio del Hospital McLean en Belmont, Massachusetts, los jóvenes que experimentaron dificultades como el abuso emocional a los 14 o 15 años tenían más probabilidades de deprimirse en comparación con aquellos que se enfrentaron a tal adversidad antes o después en la vida. La investigación muestra que el estrés prolongado puede ser más dañino para el cerebro durante este tiempo, y otro estudio sugiere que los cambios cerebrales tempranos relacionados con el estrés pueden hacer que las personas sean más vulnerables a la depresión. Las tasas de depresión aumentan constantemente durante los años de la adolescencia, por lo que algunos especialistas sostienen que cuanto antes se inscriban los adolescentes en programas de prevención, mejor. El refrán “de que un gramo de prevención vale más que un kilo de curación” es muy cierto en este contexto. En la actualidad la pubertad y adolescencia se desarrolla muy tempranamente y los muchachos están expuestos a riesgos muy altos de sufrir algún trastorno de salud mental. Los hijos que reportan problemas de sueño, baja autoestima o bajo interés en las actividades diarias son señales de alerta de que tengan una alta probabilidad de sufrir un problema emocional severo.
Una estrategia es enseñarles el “triángulo de sentimientos o emociones, pensamientos o creencias y acciones o decisiones”, que ilustra que la forma en que las personas piensan sobre lo que sucede influye en cómo se sienten en general y, por extensión, cuán motivadas están para tomar medidas útiles. Un pensamiento negativo, como “nadie me ama” después de un rechazo romántico, puede hacerte sentir miserable, y cuando te sientes miserable, es muy probable que tomes malas decisiones como refugiarse en el alcohol o tener pensamientos suicidas. Una tarea básica de los papás es ayudar a nuestros hijos a cambiar sus pensamientos negativos haciendo una lluvia de ideas sobre un nuevo pensamiento menos exagerado y más optimista que el original. Entiendo que los papás no somos terapeutas, pero si realizamos nuestro trabajo como padres pienso que podremos prevenir una gran cantidad de problemas futuros en nuestros hijos: amor incondicional, presencia con atención, escucha y diálogo, acompañamiento en sus actividades y siempre un buen consejo.