Menores laborando, ¿es un indicador negativo?

La legislación laboral mexicana ha contemplado largamente la posibilidad de que los menores de 18 años puedan realizar trabajos de manera formal en el comercio y la industria. Por otro lado, en la cultura de nuestro país el trabajo de los menores se considera incluso un elemento formativo, por lo cual no existe una posición de rechazo a dicha posibilidad.

Más allá de la formalidad, por otra parte, muchos niños desarrollan actividades –en no pocas ocasiones no remuneradas– que en sentido estricto implican un trabajo y deberían ser vigiladas de forma estricta y en buena medida, prohibidas.

Debido a estas circunstancias particulares de nuestro país, el analizar estadísticas relativas al trabajo de adolescentes constituye un ejercicio que debe acometerse con cuidado para no llegar a conclusiones equivocadas respecto de su valor potencial.

Más allá de hacernos cargo de la realidad y sus matices, los datos no deben dejarnos indiferentes y tendríamos que hacer un esfuerzo para entender lo que reflejan en términos sociales.

El comentario viene al caso a propósito del reporte que publicamos en esta edición, relativo al hecho de que las autoridades laborales coahuilenses han expedido, este año, más de mil 100 cartas-permiso para que adolescentes entre 15 y 17 años puedan laborar formalmente.

El primer apunte obligado en torno a la estadística señalada es que al menos en estos casos se están respetando las reglas y los menores que han accedido por esta vía a un empleo gozan de las garantías que a su favor prevé la legislación laboral vigente.

No deja de preocupar, sin embargo, que el acceso al trabajo antes de la mayoría de edad se esté registrando debido a la necesidad que estos jóvenes tienen de contribuir a la economía familiar, circunstancia que puede empujarlos a truncar sus estudios.

Justo por eso es que debe anotarse, en adición al aspecto anterior, la necesidad de que los jóvenes que están siendo empleados no encuentren en el hecho de contar con un ingreso a temprana edad un estímulo para abandonar su formación académica.

Cabe cuestionar en este sentido el papel que juegan las becas que el Gobierno de la República ha destinado a toda la población estudiantil del país y si están cumpliendo realmente el objetivo de estimular la persecución de aspiraciones profesionales o sólo despiertan el interés por mayores ingresos.

Cualquier generalización en este sentido es inexacta, desde luego, pero justo para evitarlas es necesario que los fenómenos sociales como el del trabajo antes de la mayoría de edad sean analizados con cuidado y cercanía por las autoridades involucradas.

La asunción de responsabilidades desde temprana edad ciertamente es un elemento relevante en la formación para la vida. Pero también puede ser un factor de influencia negativa y eso es lo que debe evitarse.