Minas, un concepto ligado a la injusticia
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A Eduardo Galeano, en el inicio de su obra maestra “Las Venas Abiertas de América Latina”, le sorprende la inmensa riqueza que algunos pueblos latinoamericanos poseen en sus territorios, que paradójicamente va de la mano con la miseria generalizada que se da en sus habitantes. En América Latina¨, y particularmente en nuestro País, conviven la riqueza de unos cuantos y la miseria generalizada de las mayorías, de ahí el título de la obra.
La llegada de los españoles al nuevo mundo obedecía a una simple y sencilla razón: la codicia. Dificulto que los motivos de la búsqueda de nuevos territorios tuvieran que ver con extender la Buena Nueva, como lo afirman con tanta insistencia. Seguro que era lo último que les importaba. No contentos con lo que encontraron en Guanajuato, Zacatecas, Durango, San Luis Potosí y otros lugares, se inventaron la leyenda del Dorado para seguir incentivando su avaricia.
Requerían posicionarse en Europa y la solución se encontraba en la explotación de las tierras que no les pertenecían. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Han pasado más de 500 años y las minas siguen siendo, para algunos, la gallina de los huevos de oro. En nuestro País primero lo fueron para los españoles y luego para los ingleses, alemanes, franceses, canadienses y algunos mexicanos que a la fecha siguen poniendo condiciones a los mineros, y en donde la actividad se ha convertido en una forma de esclavitud moderna.
Para que se dé una idea, en este momento Fresnillo, Zacatecas, tiene los yacimientos más grandes de plata en todo el mundo. Sólo la mina “El Saucito” tuvo ingresos entre enero y junio de 2022 por mil 259.1 millones de dólares. En 2021 obtuvieron ganancias por 2 mil 956 millones de dólares. El propietario es Peñoles y su presidente es Alberto Baillères, según Forbes 2022, la cuarta persona más rica de México. El salario mínimo de un minero anda, según la Conasami en 2022, sobre 10 mil pesos mensuales. El precio es la intoxicación procesal del sistema respiratorio que hará de su vida un tiempo de corta duración.
Peñoles y Grupo México son los peces gordos en esta historia, pero, tal como en la cadena alimenticia, hay otros más pequeños. Los peces pequeños usufructúan el carbón, la metalurgia, el gas y otros elementos. La cuenca de Sabinas produce el 99 por ciento del carbón que se utiliza en el País. Pululan las “minas por todas partes”, realmente como lo vimos en la nota que nos conmocionó esta semana, no responden a la representación mental que tenemos sobre el concepto mina, pero sí al concepto pozo. Son agujeros en la tierra que, como lo hemos visto ya en años pasados, han producido una buena cantidad de tragedias.
Una de las más recordadas es Pasta de Conchos, mina que pertenece al intocable Grupo México, donde en 2006 murieron 65 personas. Su propietario es Germán Larrea, quien tiene una fortuna superior a los 30 mil millones de dólares, es el segundo hombre más rico del País, después de Carlos Slim. En 2011, por acumulación de metano explotó otra mina en Sabinas cobrando la vida de 14 trabajadores de la empresa Binsa.
En Múzquiz, el año pasado siete mineros, en otro pozo, perdieron la vida. Se quedaron atrapados bajo la estructura. Lo que vivimos el pasado 3 de agosto del presente, la desaparición de 10 mineros en un pozo-mina igual, en la Cuenca de Sabinas, Coahuila, sigue engrosando la lista de accidentes que han puesto en evidencia no sólo las precarias condiciones laborales en las que operan los trabajadores del carbón, sino las condiciones en general de las injusticias, particularmente la impunidad. ¿Ya se fincaron responsabilidades?
Desde Barroterán en 1969, donde una explosión cobró
la vida de 153 trabajadores, hasta el pasado 3 de agosto en Agujita, lo que ha prevalecido es la codicia, la opacidad, la raquítica información, la impunidad, el impacto ambiental, la falta de supervisión por parte del Estado, los derechos laborales, la inseguridad, la falta seguridad social para los trabajadores y los engaños a las comunidades.
La respuesta “¿y tú ya fuiste?” a la pregunta que un reportero le hizo a Vicente Fox sobre si pensaba ir a Pasta de Conchos, accidente que conmocionó a buena parte de los mexicanos el 19 de febrero de 2006, sigue siendo la analogía por excelencia que las autoridades siguen utilizando y que refleja los altos niveles de evasión, indiferencia e indolencia por parte de las autoridades. La explotación de la tierra, en concreto de las minas y puntualizando las de carbón en el norte de Coahuila, no es parte de la agenda del Gobierno Federal, ni del estatal, ni de ninguna autoridad, a menos que ocurra algo.
La complicidad activa y pasiva de las autoridades ha sido la constante. La instrumentalización del ser humano y el poco valor −constante y sonante− que para los propietarios de las minas tiene una vida humana, son temas que están por encima de la idea de dignidad humana que le da fondo a la teoría de derechos humanos y que debiera de ser la prioridad más importante del Estado, según el artículo 1 constitucional. Al final del día, el fin justifica los medios.
Por las condiciones y los espacios físicos en los que trabajan los mineros, ahora es Las Conchas, mañana inevitablemente será otra comunidad. Muchas preguntas siguen en el aire y seguramente ahí se quedarán. La deuda de los gobiernos con los mineros, no con los dueños de las minas, marcará como en la vida de Fox el futuro de quienes hoy son cabeza de las administraciones. Antes y ahora, la historia de la minería en nuestro País es una historia plagada de injusticias. Así las cosas.
fjesusb@tec.mx