Mirador 05/12/2024

Opinión
/ 5 diciembre 2024

Casó tres veces, y a tres esposas enterró. Con ellas tuvo 20 hijos: ocho con la primera, siete con la segunda, y con la tercera cinco. Por fuera engendró otros tantos

Desde su retrato con vidrio cóncavo y marco oval me mira don Andrés de la Peña y de la Peña.

Nació en el Potrero de Ábrego a principios del antepasado siglo, y salió de la vida ahí mismo cuando la nueva centuria había empezado ya. Casó tres veces, y a tres esposas enterró. Con ellas tuvo 20 hijos: ocho con la primera, siete con la segunda, y con la tercera cinco. Por fuera engendró otros tantos. También a ellos les dio apellido, alimentación y escuela.

Gustaba de comer bien y de beber mejor. Disfrutó de los placeres del lecho. Sabía de memoria y recitaba poemas amorosos y patrióticos, y con dos o tres mezcales entre pecho y espalda cantaba con entonada voz las antiguas canciones de la tierra.

Llevó a la hacienda un cura. “Para los demás –le hizo saber–, no para mí”. En cierta ocasión el novel sacerdote le dijo: “Cuando pase usted a mejor vida...”. Lo interrumpió él: “¿Mejor que ésta?”.

Murió de su muerte, como se dice del que muere por los años y no por los daños. Momentos antes de morir pidió un mezcal. Alzó la copa y brindó: “¡Salud, mundo!”. Bebió, reclinó la cabeza en la almohada y se durmió.

¡Hasta mañana!...

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