Mirador 10/06/2024
San Virila salió de su convento esa mañana. Iba al pueblo a pedir el pan para sus pobres. En el camino vio a una niña que lloraba porque su gatito había subido a la más alta rama de un alto árbol y no podía bajar.
San Virila se quitó sus sandalias, trepó penosamente por el tronco, llegó hasta donde el minino estaba lleno de temor, lo tomó, bajó luego con igual dificultad y le entregó a la niña su gatito.
Un hombre que había visto aquello le dijo al frailecito:
-¿Por qué te tomaste tantos trabajos? Podrías haber hecho el milagro de tender un rayo de sol para que por él bajara el gato.
Respondió San Virila:
-No debemos gastar los milagros del Señor cuando nosotros mismos podemos hacer el milagro.
¡Hasta mañana!...