Mirador 11/09/2024

Opinión
/ 11 septiembre 2024

Me habría gustado conocer a la señorita Abigail O’Boyle.

Durante 90 años no faltó un sólo domingo a los servicios de su iglesia. Siempre tuvo una rebanada de pay de manzana y un vaso de leche para los vagabundos que pasaban frente a su casa cuando la Depresión, y en tiempos de la Segunda Guerra dejó su puesto de maestra para ir a trabajar en una fábrica de aviones.

Nunca se casó, pero solía afirmar: “No vivo sola; estoy conmigo”. Sus vecinos la oían cantar lo mismo “Amazing Grace” que “Ciribiribin”. En las noches de verano salía a su jardín “a ver a Dios”, decía, pues tendida en el césped contemplaba el cielo estrellado.

Al sentir la cercanía de la muerte llamó por teléfono a su única sobrina, se despidió de ella y le dijo que había hecho arreglos para dejarle su casa y el poco dinero que tenía en el banco. Luego cerró la puerta, puso la llave bajo el felpudo y caminando fue a su iglesia. El pastor le encontró ahí horas después. Pensó que estaba dormida. Y estaba dormida, sí. Para siempre.

Me habría gustado conocer a la señorita Abigalil O’Boyle. Vivió y murió en paz consigo misma y con su prójimo. Eso es vivir y morir bien.

¡Hasta mañana!...

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