Mirador 18/12/2025
Anoche yo rompí una taza
“Aquí se rompió una taza”.
Con esas palabras se daba por terminada una reunión o encuentro. La continuación de la frase era: “Y cada quién para su casa”.
En otro tiempo llegaban a mi ciudad cientos de norteamericanos, ellos y ellas, a fin de tomar clases de español. Los galanes de la localidad pintaban con brocha gorda y cal en las paredes –entonces no había pinturas de aerosol– letreros alusivos: “Gringos, go home. Gringas, come, come”.
Mi tía Adela era tutora académica de una americana que una tarde se le pegó como lapa a fin de beneficiarse con su conversación. Impaciente ya le dijo mi tía: “Bueno: aquí se rompió una taza”. De inmediato la mujer sacó su Kodak al tiempo que preguntó con interés:
–¡Oh! ¿Aquí precisamente?
Pues bien: anoche yo rompí una taza. Tras de beber mi ponche navideño iba a poner la taza sobre la mesa cuando se me resbaló, cayó al suelo y se hizo añicos.
Me preocupé. Tengo 87 años. ¿Estaré empezando a hacerme viejo?
¡Hasta mañana!...