MIRADOR 22/03/2025

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Me habría gustado conocer a doña Dolores Angélica Gálvez del Portillo.
Refinada señora, vivió en Lagos de Moreno en los tiempos del padre Agustín Rivera, extraño sacerdote, pues siendo cura era partidario de Juárez, y apoyó las Leyes de Reforma dictadas por el gran liberal y que tanto afectaron a la Iglesia.
Doña Lola no gustaba de ser llamada así, y tampoco aceptaba ser nombrada Gela. Exigía que las personas le dijeran “doña Dolores” o “doña Angélica”. Cuando el padre Rivera le decía Lola, lo encaraba:
-Si usted me dice Lola yo a usted le diré el padre Tintín.
El dicho cura solía extenderse en sus sermones, que a veces duraban hasta una hora. Pasados 20 minutos de empezada la homilía del párroco doña Lola –perdón: doña Dolores- se levantaba de la banca y se salía del templo. Comentaba luego, claridosa:
-Ya empezaban a dolerme las nalgas.
Me habría gustado conocer a doña Dolores Angélica Gálvez del Portillo. Sabía que con frecuencia el largo hablar es consecuencia del poco pensar.
¡Hasta mañana!...