Mirador 27/07/2023

Opinión
/ 27 julio 2023
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Alberto Bribiesca, olvidado pintor mexicano del pasado siglo, hizo uno de los más conmovedores retratos de la Virgen que me ha tocado ver.

El cuadro que pintó se llama “La Virgen al regreso del Calvario”. De rodillas en un reclinatorio aparece María, la Madre Dolorosa. Acaba de ver morir a su Hijo. Negras tocas monjiles ponen marco a su rostro. Ni la edad ni la amargura han quitado a ese bello semblante su hermosura, iluminada por la luz de una lámpara y por el resplandor interno que en algunas almas pone el sufrimiento. Desde la hondura de su dolor nos mira la Dolorosa de Bribiesca. Sin palabras parece preguntarnos: ¿Por qué?

En verdad no conocemos respuesta cierta a las preguntas que hacen la muerte y el dolor. Alguna contestación han de tener. No la sabemos. Morimos nuestra muerte y la de aquellos que amamos y se mueren; nos duelen nuestro dolor y otros dolores, pero no los podemos explicar. Así, el retrato de aquella Dolorosa es el retrato mismo de nuestra alma: ante el dolor y la muerte ella pregunta, y nadie le puede contestar.

¡Hasta mañana!...

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