Mirador 28/02/2025

Soy incrédulo. No creo ni siquiera en mí mismo. Haz un milagro. Quizás entonces pueda yo creer
La noche había caído ya cuando San Virila emprendió el camino de regreso a su convento después de haber pedido en la aldea el pan para sus pobres.
Se topó con un hombre que le dijo:
-Soy incrédulo. No creo ni siquiera en mí mismo. Haz un milagro. Quizás entonces pueda yo creer.
Le preguntó el frailecito:
-¿Desayunaste hoy por la mañana?
Respondió el hombre:
-Sí.
-¿Comiste a mediodía?
-Sí.
-¿Cenaste hoy por la noche?
-También.
Le dijo entonces San Virila:
-Tres milagros hubo hoy en tu vida, entre otros muchos, y no supiste verlos. Así, tampoco verás el que haga yo.
De esto ha pasado mucho tiempo. El hombre sigue en su incredulidad. Y también sigue desayunando, comiendo y cenando todos los días.
¡Hasta mañana!...