Mirador 29/11/2022

Opinión
/ 29 noviembre 2022
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Si vieras ahora el nogal grande que está a la orilla del camino de Ábrego seguramente sentirías el impulso de hacerte pintor o de volverte poeta.

La fronda del viejo árbol se ha pintado de amarillo. Parecería que Van Gogh puso en el paisaje un brochazo del que llamaba “el color de Dios”.

Este nogal es centenario. Don Ignacio de la Peña y Dávila, el último dueño de la hacienda, anciano ya, e impedido, hacía que lo llevaran en su silla de ruedas y lo dejaran con su amigo –así decía– para junto con él mirar el paso de la vida.

Hace ya muchos años que don Ignacio está en la otra, pero el nogal sigue en ésta. Dos veces le ha caído el rayo, y pensamos que lo había matado. El noble gigante reverdeció y abrió otra vez los brazos para que en ellos hicieran los pájaros sus nidos.

Ahora soy yo el que va al árbol a ver pasar la vida.

¡Qué aprisa pasa!

El viejo nogal me ve pasar a mí.

¡Hasta mañana!...

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