Morena y la sombra del PRI: México, ¿el regreso al Estado patrimonialista?
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Con la eliminación del INAI podríamos regresar al Estado patrimonialista, donde la Presidenta y los funcionarios cercanos a ella utilicen los recursos del Estado como propios y sin vigilancia
Karl Marx, en “El 18 Brumario de Luis Bonaparte”, escribió que los acontecimientos de la historia universal se repiten dos veces: una vez como tragedia y la otra como farsa. En esta obra, Marx se refirió al golpe de Estado de Luis Bonaparte (Napoleón III), quien simuló de manera bufonesca la revolución de su tío, Napoleón Bonaparte.
Con el ascenso de Morena al poder −democrático, debo aclarar−, mucho se ha comentado sobre si se trata de un retorno al PRI de antaño, aquel previo a la era “neoliberal”, la cual, según el discurso oficial, inició en 1982 con la presidencia de Miguel de la Madrid. Habría que reflexionar y matizar al respecto. Esta semana, la aprobación en el Congreso de la eliminación de los órganos constitucionales autónomos nos da algo de luz sobre esta cuestión.
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En 1978, Octavio Paz publicó su ensayo “El Ogro Filantrópico”, donde describe al Estado mexicano de entonces como un “Estado patrimonialista” que integra a los siguientes sectores: el Capital, el Trabajo y el Partido (Revolucionario e Institucional). El Estado patrimonialista se caracteriza por ser un régimen en el cual “el jefe de gobierno −el príncipe o el presidente− considera al Estado como su patrimonio personal”, y cuyos funcionarios constituyen una “gran familia política”, vinculada por lazos de parentesco sanguíneo, amistad, compadrazgo, paisanaje y otros factores de orden personal. En palabras de Paz: “El patrimonialismo es la vida privada incrustada en la vida pública”.
La eliminación de los órganos constitucionales autónomos puede significar un retorno al Estado patrimonialista. Durante su corta vida, el INAI −órgano con independencia del Ejecutivo, cuya función era garantizar y vigilar la transparencia, el acceso a la información pública y la protección de datos personales− fue un contrapeso al régimen patrimonialista del Estado. Gracias a este órgano se develaron casos de corrupción como Odebrecht y Segalmex; también apoyó en casos de violaciones a derechos humanos como Ayotzinapa y San Fernando (Tamaulipas). Las investigaciones no tuvieron una consigna partidista, se inquirió a funcionarios de todos los partidos políticos.
Con la eliminación del INAI, sus facultades perderían autonomía técnica y presupuestal, ya que se asignarán a la Secretaría de Anticorrupción y Buen Gobierno (anteriormente de la Función Pública). Se corre un doble riesgo al trasladar la vigilancia de la información pública al Ejecutivo: primeramente, una mayor opacidad en la actividad pública; segundo, que se ejerzan las facultades “anticorrupción” de manera arbitraria y discrecional para perseguir a opositores políticos. Podríamos regresar al Estado patrimonialista, en donde la Presidenta y los funcionarios cercanos a ella, utilicen los recursos del Estado como propios sin una vigilancia autónoma adecuada de por medio.
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En el ya mencionado ensayo, Octavio Paz abre la siguiente reflexión: “La cuestión que la historia ha planteado a México desde 1968 no consiste únicamente en saber si el Estado podrá gobernar sin el PRI, sino si los mexicanos nos dejaremos gobernar sin un PRI”. Hoy en día, la cuestión no se referiría concretamente al PRI como partido, sino a aquellas prácticas patrimonialistas que en su momento fueron priistas y que hoy pareciera que Morena ha adoptado. La historia se repite dos veces.
X: @areopago480
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