Mundo inmundo (again): reflexiones en la era digital

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Al deletrear estas notas en mis cuadernos y luego al transcribirlas al ordenar personal, al tratar de grabarlas y darle un nombre en mis documentos lo llamé “Mundo inmundo”. Fue rechazado. Ya tenía un archivo así nombrado. Me dio gusto. Soy consecuente con mis ideas. Por eso el título de hoy: “Mundo inmundo (again)”. Regreso a mi tirada de naipes. Sólo eso. ¿Es poco o es mucho? No lo sé. No es cuestión de cantidad, sino de calidad. Que buena falta nos hace para todo.
Si usted me ha leído, entonces sabe de varias muletillas, una es la siguiente: este ya no es mi mundo. Hace lustros ya no lo es. Y tampoco tengo nostalgia o tristeza que haya desaparecido mi mundo con el cual crecí y me eduqué. No. Simplemente el mundo muta, cambia, se transforma. Claro, no para bien, según mi parco juicio. Este ni es mi mundo y no tengo la menor gana de entenderlo hoy en día. Llámeme usted que soy un primitivo, pero a mi edad y vejez, no quiero ni puedo cambiar. Es una cuestión de principios, criterios, valores, doctrinas y, sobre todo, apuesta de vida.
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Libros. Sólo la literatura. Arte y música, claro. No tengo otra manera de explicarme el mundo que no sea a través del rayo o tamiz de los libros y las letras. Es decir, el fuego de la cultura. ¿Cuándo quiero saber un poco más de política y hacerla inteligible? Leo literatura. Por lo general novelas y relatos. Si no estoy leyendo algo nuevo y atrayente, regreso a mis clásicos. Los autores una y otra vez sobados por su servidor. ¿Aprender sobre las redes del poder político y la condición humana? Hay que leer a William Shakespeare. ¿Vientos negros de maldad y la ingrata y miserable condición humana? Hay que leer a William Golding, Charles Dickens. ¿Encontrar y buscar al México profundo? Sin duda, hay que releer a Juan Rulfo, a Carlos Fuentes. ¿Leer y releer a un autor total? A don Octavio Paz.
Pero cuando el mundo inmundo está bramando alrededor y no se ve salida posible, sin pensarlo ni dudarlo, leo poesía. La más alta manifestación intelectual del ser humano sobre la tierra. Somos humanos porque hay poetas. Sin poesía no puedo vivir. No puedo existir. Es aquello: si leo, luego existo. Estoy cierto de lo siguiente: si se leyera poesía, aun apenas minutos diarios, en las salas o cocinas familiares y, por supuesto, en las recámaras de los niños y sus padres, este mundo sería otro.
Los libros otorgan dos cosas: amor y humanidad. Los libros nos hacen humanos, humanos libres y nos otorgan y fomentan nuestra capacidad de amar. La reflexión la tomo, como no, de Octavio Paz. Los libros, como las mujeres, tienen formas, curvas, cuerpos; huelen, tienen aroma, sudores, humores; los libros tienen costillas, lomos, pulpa y eso llamado corazón y alma. El alma, los hados de los libros. Pero hoy todo es plano, liso... como la pantalla plana de un celular “inteligente”.
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Punto uno: hay un actor mexicano al cual no he visto actuar. Es decir, es de la nueva camada de jovenzuelos. ¿Es bueno o malo en su trabajo? No lo sé. Él se me figura como aquella mujer, llamarada de petate, fuego fatuo, a la cual era políticamente correcto alabarla y quemarle incienso, pero que hoy es sombra, polvo, humo, nada: ¿Yalitzia Aparicio? ¿Juanita Aparicio? Intrascendente hasta su nombre al día de hoy. ¿Quién la recuerda? ¿Ya ganó tres premios Oscar más?, ¿tienen ocho películas en sus hombros luego de que todo mundo dijera que ella era la “mejor actriz”? En fin.
ESQUINA-BAJAN
Punto dos: Le decía de un actor mexicano que está en el ojo del huracán mediático... por escándalos. No por su trabajo. Es Tenoch Huerta. Él mismo ha dado movimiento a un tema racista y clasista, el cual se creía superado: ser prieto. Ni moreno ni blanco ni aperlado. Ser prieto. El “poder prieto” como él lo ha bautizado como un estándar de batalla, como un orgullo. En noviembre de 2022 se retrató viendo televisión con Andrés Manuel López Obrador. Una forma tácita de apoyar su estilo de Gobierno. Bien. Es cosa personal.
Punto tres: Pero él es una figura pública, lo que eso signifique al día de hoy. Ya todos son figuras públicas y famosas por aparecer en TikTok, Internet y cualquier plataforma en tiempo real. Hoy son famosos para mañana estar en el cadalso y crucificados. Es lo que le ha pasado al prieto de Tenoch Huerta. Al día de hoy (al menos es lo que he leído en la prensa seria. Usted lo sabe, jamás leo cosa alguna en internet y nunca en “tiempo real”), el actor de una película de éxito, “Wakanda” o algo así, suma dos señalamientos (ojo, ignoro si demandas legales) de mujeres (una de ellas, la de su expareja, María Elena Ríos) por violencia sexual. Se le señala de depredador sexual y otras linduras. ¡Caramba!, ¿entonces las pobres mujercitas siguen siendo tan débiles de inteligencia, alma, cuerpo y corazón que dejan que todo pase y luego se escudan en “denuncias” en internet?
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Punto cuatro: Voy en orden: no soy juez ni verdugo. Quien en su momento emitirá una sentencia (de haber demanda de por medio) será un juez calificado quien analizará el caso de violencia sexual del actor en contra de la saxofonista. Pero no deja de llamar la atención que todo, todo se ventila en las redes sociales en “tiempo real”. Hoy eres un gallo de pelea (o gallina), mañana eres un plumero...
LETRAS MINÚSCULAS
Este ya no es mi mundo. Fin.