Neymar, Bolsonaro y la segunda vuelta
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No es novedad que a lo largo del último siglo, diversos actores políticos alrededor del mundo han utilizado al futbol como herramienta política o de propaganda teniendo los casos de Francisco Franco con el Real Madrid en España o Jorge Rafael Videla con el Mundial de Argentina en 1978. Sin embargo, en nuestros días y con todas las herramientas mediáticas a las que tienen acceso las audiencias, la fórmula parece seguir siendo una estrategia que vale la pena intentar.
El fin de semana anterior se realizaron las elecciones presidenciales en Brasil con muchos candidatos pero encabezando las preferencias el actual presidente buscando su reelección, Jair Bolsonaro y el principal opositor Lula da Silva, dando una victoria parcial pero no definitiva -pues se realizará una segunda vuelta- al último.
A diferencia de lo que pasa regularmente en México, no fueron pocos los futbolistas de ese país que se vieron involucrados en posicionarse de una u otra manera en la democracia, aunque sin duda llamó mucho más la atención los que apoyaron a la derecha.
Nombres históricos de la Selección de Brasil como Felipe Melo, Ronaldinho, Neymar, Julio Baptista, Robinho, Ronaldo, Rivaldo o el actual capitán del combinado sudamericano Thiago Silva, mostraron en diversas ocasiones y por distintos medios su respaldo al presidente Bolsonaro, quien ha sido catalogado como el “Trump Brasileño” por sus comentarios racistas, machistas y homófobos, además de haberse pronunciado en contra del aborto y en favor de una familia tradicional.
Sin embargo, específicamente el caso de Neymar corresponde a algo más que una traición de clase como el resto de su colegas y más al pago de un favor. No sorprende que el delantero del Paris Saint-Germain se haya mostrado en la semana previa a los comicios en un video publicado en redes sociales apoyando al gobierno que en julio pasado le otorgó un habeas corpus, figura legal que le evitó ser “procesado o detenido” por evasión fiscal, investigación que se le hace al jugador y a su familia desde el 2013, año que recibieron una cantidad del Barcelona por su traspaso desde el Santos y no pagaron los impuestos correspondientes. En campaña, Bolsonaro visitó el Instituto Neymar, cerca de la ciudad de los Santos reafirmando la relación entre ambos.
La herramienta del poder mediático que representan los futbolistas para el pueblo brasileño no podía ser desaprovechada por el propio Bolsonaro, quien llamó a sus simpatizantes a acudir este domingo a las urnas con la camiseta de la Selección, misma que en ferviente emoción mundialista se ha vuelto una bandera nacionalista perfecta y que además encaja en una laguna legal pues no son los colores oficiales del Partido Liberal, por lo que pudieron verse filas de votantes con la verde amarela.
Las exenciones fiscales y una clara tendencia a favor de los llamados “valores tradicionales” fundamentados principalmente en “Dios, patria, familia y libertad” han influido para que los nuevos influencers del deporte hayan apoyado a Bolsonaro.
La mayoría de los futbolistas mencionados, incluyendo a Dani Alves y a Samir Caetano -jugadores de Pumas y Tigres de la Liga MX respectivamente-, tuvieron sus primeros acercamientos al fútbol desde barrios pobres, son afrodescendientes y provienen de familias de obreros. Por supuesto que en democracia pueden posicionarse a favor de lo que quieran, aunque siempre llamará la atención como una importante incongruencia que lo hagan a favor del presidente que en muchas ocasiones ha hecho apología de la dictadura militar enmarcando frases como “sabes que estoy a favor de la tortura” o “los afrodescendientes no sirven ni para procrear”.
¿Y a favor de Lula?
En contraparte, Lula da Silva, ganador de la primera vuelta, recibió apoyo público de exfutbolistas de menor peso mediático, aunque con una postura más definida. Juninho Pernambucano, Paulinho, Walter Casagrande y el exentrenador del Real Madrid, Vanderlei Luxemburgo, se mostraron a favor del Partido de los Trabajadores y de quien fue dirigente del gigante sudamericano entre 2003 y 2010, además de estar en prisión acusado de corrupción durante 580 días, condenas ya anuladas por errores procesales.
La segunda vuelta
Es el 30 de octubre la fecha establecida por el Tribunal Superior Electoral en la que se realizará la segunda vuelta de las ya de por sí polarizadas elecciones del país más poblado de América Latina. Se espera un nuevo esfuerzo del oficialismo por revertir el regreso de la izquierda a través del nuevo aparato mediático que significan los ídolos de la nación.
En su discurso, apenas conocidos los resultados del domingo pasado, Bolsonaro adelantó que va a “mostrarle mejor a la población brasileña, especialmente a la clase más afectada, la consecuencia de la política de ‘quédate en casa, luego veremos la economía’”, por lo que se espera un nuevo esfuerzo de posicionamiento en contra de las políticas tomadas durante la pandemia, a través de Felipe Melo, quien ha coincidido públicamente con el presidente en la negación de la Covid-19 y antes de las elecciones publicó un video con su familia llamando a preservar los llamados “valores tradicionales”. Además de haber jugado en gigantes europeos como Juventus o Inter de Milán, Melo es uno de los referentes del Fluminense, equipo con 32.5 millones de fanáticos según el diario AS, dato relevante tomando en cuenta que es una cifra cercana a la cantidad de brasileños que se abstuvieron de votar de acuerdo a CNN y que la diferencia de votos entre ambos candidatos fue de poco menos de seis millones.
Sin duda es complicado tener la certeza científica de la influencia de los futbolistas brasileños en las elecciones de su país sobre todo cuando aún no se definen y desde Saltillo, aunque también podemos concluir que Bolsonaro fue audaz en aprovechar hasta el más mínimo centímetro mediático disponible para posicionarse, escenario en el que nunca cae mal que los máximos referentes deportivos del país lo apoyen abiertamente aunque su discurso sea tan polémico e incluso traidor a su clase.
El caso de Brasil es un ejemplo claro pero amplificado de las costumbres que se suelen tener en México, donde el futbol también representa una movilidad social automática y disparada para los jugadores que llegan a primera división, siendo muy contados los casos de quienes apoyan posturas a favor de la igualdad social, el estado de bienestar o algo que huela a la izquierda, con los nombres de Jaime Lozano, Francisco Palencia o el polémico Carlos Albert como los pocos que se han expresado políticamente.
Cuando firmé mi contrato en tercera división, una de las cosas que más me llamó la atención -por no decir que la única que recuerdo- fue una cláusula en el reglamento de la Federación Mexicana de Futbol que prohibía las expresiones políticas en el campo de juego. Me pareció muy extraña y hasta intrusiva, aunque luego recordé los tuits de Miguel Herrera y Oribe Peralta a favor del Partido Verde en 2015, o la propaganda del PRI Estado de México en el Estadio Azteca, y terminé agradeciendo que exista. Aunque tampoco creo que alguien esté cerca de romperla pronto. Al menos no sin billete a cambio.
El autor es comunicólogo por la UANL, docente de bachillerato, redactor, intento de fotógrafo, portero y aficionado al futbol, así sin tilde.