No está pasado de moda...
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Me tengo muy presente a mis seis años de edad. Me llamó la atención, seguro que fue la vez en la que me percaté, de que los hombres que llevaban cachucha o sombrero, al entrar a la iglesia, se lo quitaban e inclinaban la cabeza, y le pregunté a mi mamá la razón de ello, y no olvido su respuesta: “Es por respeto, están entrando a la casa de Dios”. Respeto. Con el tiempo fui entendiendo de qué se trataba.
El origen etimológico de la palabra es del latín respectus y significa atención, consideración. En el Diccionario de la Real Academia Española, se le asocia con el acatamiento que se le hace a alguien, asimismo, se vincula con cortesía y atención. Allá por los años setentas hizo una campaña el gobierno federal sino mal recuerdo, con una melodía muy pegajosa, y la letra habla por sí misma: “Nada de que ahí se va, nada de que a mi qué, vámonos respetando, todo hay que hacerlo bien”. Era una llamada a los mexicanos para invitarnos a vivir bajo la normativa de un valor tan encomiable, que hace la diferencia, en la relación que usted guste y mande, para que esta sea armoniosa, buena para todos.
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El respeto debe empezar por uno mismo, esa es la primera regla que debemos entender y acatar, no solo por conveniencia propia, que ya es mucho, si no porque sin él, es muy difícil que prospere el entendimiento con todos los demás con quienes compartimos tiempo y espacio. Respetar significa tener presente el impacto de nuestras acciones, ser inclusivos y tener la capacidad de entender que no todos piensan como nosotros, y no por ello vamos a armar la de Dios es Cristo. El respeto inicia con la confianza, y la empatía, la integridad y la compasión, son sus hermanas.
El respeto es un valor intrínseco de la comunicación efectiva, genera relaciones sanas y a su vera florecen muchos motivos de satisfacción en la vida y en el trabajo. El respeto es el antídoto contra el acoso escolar –bullying le dicen hoy, como si no existiera un vocablo en nuestra rica lengua castellana– y contra cualquier comportamiento agresivo. Pero refiriéndome al acoso escolar, de este se derivan el fracaso académico, la violencia en todas sus deleznables manifestaciones y le abre la puerta a las adicciones, que convierten a una persona en esclavo de sí mismo, hasta envilecerlo y hacer despreciable su propia existencia.
Sin respeto de por medio una sociedad no prospera, se trata de un elemento angular para el desarrollo de esta. Su ausencia vulnera la comunicación y la colaboración que debe existir entre los integrantes de la misma. Está comprobado científicamente que cuando nos sentimos respetados, el cerebro libera oxitocina y serotonina y esto nos hace sentirnos felices, caso contrario, hacen de las suyas el cortisol y la adrenalina.
Cuando en casa los niños son tratados con respeto por sus progenitores, y esto implica escucharlos –son pequeños, no tontos-, explicarles, contestarles con paciencia, acorde a la edad que tienen, la respuesta de ellos será respetuosa también, y crecerán con ese valor que nos permite a los humanos aceptar, apreciar y ponderar las cualidades de los demás y sus derechos. Y es que para ser respetado es esencial aprender a respetar, a comprender al otro, a estar conscientes de sus intereses y necesidades. Nobleza obliga nobleza. Respetar a otro, subrayo, no significa estar de acuerdo en todo con el de enfrente, pero si implica no discriminarlo ni agraviarlo por su forma distinta de pensar, de vivir o de tomar decisiones....ah... siempre y cuando esas decisiones no causen daño a los demás. Si vivo en una comunidad, si soy parte de ella, tengo el deber de aprender a vivir con las diferencias y las coincidencias que NATURALMENTE existen en los seres humanos, y por bien propio tengo también tengo que entender que el dialogo es imprescindible para ponernos de acuerdo. Los insultos, las altisonancias, nunca han servido para construir, sino todo lo contrario.
En las relaciones HUMANAS, y aquí caben grupos de personas, países y organizaciones, amén de las que son a título individual, entre dos pues, es requisito sine qua non respetarse, sino se atiende esta norma del buen vivir, estamos fritos y condenados a transitar en la beligerancia, que solo amarga, frustra y destruye lo mejor de las personas. Vivir en comunidad implica un interés genuino de conservar y fortalecer esta. No somos lobos esteparios. Decía el talentoso maestro de Aristóteles 200 años antes de Cristo, Platón, que solo los dioses y las bestias no necesitan de nadie. Ergo, nosotros somos simples mortales, con un montón de defectos y gracias a Dios también virtudes, que fuimos diseñados para CONVIVIR CON OTROS. ¿Por qué ir en contra nuestra propia naturaleza?
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El respeto es una actitud, no lo dejemos nomás en la apreciación de sinónimo de buenos modales, es más, pero mucho más que eso. Esta encomiable actitud debe regir en todos los ámbitos del quehacer humano. Es un valor moral que conlleva a alcanzar una armoniosa interacción social. También es un valor cívico, toda vez que prescribe una serie de conductas que contribuyen al adecuado comportamiento ciudadano, se trata de valores transmitidos por la comunidad y sus instituciones sociales como la familia, la escuela, el orden jurídico. El homenaje a los símbolos patrios y el cuidado al medio ambiente son ejemplos de respeto como valor cívico. Los símbolos patrios forman parte de nuestra identidad nacional. Asimismo, es un valor religioso, ahí están los diez mandamientos ¿se acuerdan? Honrarás a tu padre y a tu madre, no jurarás el nombre de Dios en vano, no desearás la mujer de tu prójimo. El respeto está presente.
Entendámoslo también como valor democrático. Es uno de los principios sobre los que se sustenta la vida democrática, sin él, sería muy difícil mantener los equilibrios institucionales que requiere una nación para no dejar de serlo. Gobernantes y gobernados no debemos perderlo de vista y menos hacernos de la vista gorda cuando se pisotea. “Vámonos respetando”, es asunto que nos compete a todos.