¡Peléense comadres!: Adán Augusto y Monreal destapa la discordia en Morena
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Si yo fuera cortesano de su corte estaría preocupado por esa riña interna, pues tan pronto se fue AMLO a La Chingada empezaron a mostrarse las pugnas entre sus vasallos
“Acúsome, padre, de que le acaricié el busto a mi novia”. Eso le dijo en el confesionario el joven feligrés al nuevo párroco. Inquirió el presbítero: “Las caricias ¿fueron por encima de la ropa o por debajo?”. Precisó el muchacho: “Por encima”. “Pendejo –le dijo el novel cura–. La penitencia es la misma”... El artista de la Edad de Piedra pintó en la pared de la gruta la imagen de un mamut con cinco pares de colmillos y dos colas. Comentó uno de sus amigos trogloditas: “No existe un mamut así”. “Ya lo sé −respondió el pintor−. Pero dentro de algunos miles de años voy a volver locos a los paleontólogos”... Susiflor se dispuso apresuradamente a ir a la cita con su prometido. La mamá de la chica la amonestó: “No es bueno que la mujer llegue al compromiso antes que el hombre”. Replicó Susiflor: “A Leovigildo le encanta que le tome la delantera”... Peléense las comadres y díganse las verdades. El antiguo proverbio popular se cumple en Adán Augusto López y Ricardo Monreal, cuyo pleito ha sido causa de discordia en las filas de Morena. Lo poco que queda del PAN, y los últimos restos del PRI, han de estar de plácemes al ver el diferendo –así se dice en lenguaje culterano– entre esos morenistas, conflicto que da a ver que no todo en el partido de López Obrador y su hijo es armonía y buen entendimiento. Si yo fuera cortesano de su corte estaría preocupado por esa riña interna, pues tan pronto se fue AMLO a La Chingada empezaron a mostrarse las pugnas entre sus vasallos, con sus intrigas de camarilla y sus luchas para mantener y acrecentar las parcelas de poder que cada uno tiene. Así las cosas, queda abollada la imagen de unidad en el partido guinda. Seguramente López les dirá a sus súbditos: “Estense sosiegos” o, para usar la expresión que don Abundio emplea al reprender a sus nietos: “Compórtense con conducta”... En el Ensalivadero, soledoso y umbrío paraje al que acuden las parejitas por la noche, Dulciliria le dijo con encendido acento a su galán: “¡Toma mi corazón! ¡Toma mi alma! ¡Toma mi espíritu y mi mente!”. “Qué mala eres –se quejó él en tono de reproche–. Te estás guardando lo mejor”... Don Cucurulo, caballero octogenario, le confió a don Geroncio, señor de la misma edad que él: “Antes veía yo a una mujer hermosa y de inmediato me ponía en aptitud de hacer obra de varón. Ahora ya no”. Replicó don Geroncio: “A mí me sucede lo mismo. Será que ya no vemos bien”. (Afirmó otro veterano: “Estoy en plena posesión de todas mis facultades, incluida la impotencia”)... “Amanecí con ganas de trabajar –le informó Ovonio a su mujer–. Me voy a quedar acostado hasta que se me pasen”... En la comida del Gentleman’s Club dijo el conferencista: “Para que el matrimonio sea feliz hay que convivir con la esposa”. Desde el fondo se escuchó una pregunta: “¿Con la de quién?”... “Las glorias de Escoffier” es uno de esos restaurantes a los que no vas a comer, sino a que te vean comer. El chef del establecimiento practica la llamada “cocina fusión”. Entre sus creaciones están el menudo con sugerencias de pétalos de rosa, la moronga en salsa de vino blanco y los tacos de nenepil con crema Chantilly. Un parroquiano recibió la cuenta, y al verla pidió hablar con el gerente del local. Le dijo: “¿No le harás un descuento a un colega?”. Preguntó el hombre: “¿Es usted restaurantero?”. “No –contestó el otro–. Soy ladrón”... Ella y él estaban en la cama entregados apasionadamente al acto del amor. De pronto se escucharon ruidos afuera de la alcoba. “¡Mi marido!” –exclamó ella–. De inmediato él saltó por la ventana. A poco volvió a entrar todo magullado y declaró: “Algo anda mal entre nosotros, Glabia. Yo soy tu marido”... FIN.
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