Pemex y la 4T: ¡Hijos de Potemkin!
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Si Pemex ni siquiera es capaz de proporcionar el combustible esencial a su plantilla laboral, ¿tendrán la capacidad de ser la fuente energética primordial para nuestro futuro inmediato y a mediano plazo?
Una cinta obligatoria para cualquiera que vea en el cine algo más que un simple entretenimiento para llenar algunas de las horas más vacías de su existencia es “El Acorazado Potemkin” (Eisenstein, 1925).
Una película rusa, muda y en consecuente blanco y negro, que recrea un capítulo de la Historia... ¡Wow! Admito que es demasiado hasta para el mamador intelectual promedio. Pero de mí se acuerda si el año próximo en que esta obra cumple un siglo no es celebrada como uno de los primeros hitos del Séptimo Arte.
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“Potemkin” (sí, así la conoce también el cinéfilo mamador promedio) es obra capital para las artes audiovisuales porque materialmente enseñó a hablar al cine a través del montaje. Aunque ya había algunos antecedentes, don Sergei Eisenstein nos enseñó que dos acciones ocurriendo al mismo tiempo en lugares distintos (cinematográficamente hablando) se nos pueden presentar simultáneamente de manera coherente.
Hasta antes de “El Acorazado” el lenguaje fílmico no estaba debidamente articulado. La acción transcurría de principio a fin, frente a una cámara usualmente fija, sin cortes de edición que agilizaran el ritmo y nos aportaran detalles o matices. Son más los méritos de esta obra, pero bastaría con éste para hacerla históricamente relevante.
Si ya le aburrí me disculpo... son cosas de comunicólogos, que usualmente nomás a nosotros nos importan (por eso hay más gente millonaria entre los vendedores de barbacoa que entre mis colegas). Pero vamos ya al punto:
“Bronenosets Potyomkin”, por su título original, recrea el amotinamiento de la tripulación del Potemkin, un buque militar de la armada zarista, ocurrido en 1905 frente al Puerto de Odessa.
¿Y por qué se rebelaron los marineros? Por las penosas condiciones en que vivían, un trato que rayaba ya en lo inhumano. Según las crónicas y la propia película que abreva de éstas, los marineros eran obligados a alimentarse con carne descompuesta.
Y don Sergei no tiene empachos en presentarnos imágenes de carne agusanada para que podamos experimentar la rabia y sumarnos a la indignación que condujo a la sublevación. Un método muy inteligente y efectivo del director de hacer que los espectadores tomemos inmediatamente partido por los marineros.
El comandante del buque quiso reprimir a los alzados e incluso ejecutarlos, pero perdió el control de la embarcación. La guardia del Zar entonces recibió órdenes de atacar la nave desde tierra, pero los marineros no respondieron al fuego porque en el puerto de Odessa, desde el cual eran atacados, el pueblo estaba a su vez realizando manifestaciones por la desigualdad social en que estaban sumidos.
El acorazado y su tripulación soportaron con estoicismo, en solidaridad con los civiles, dándole una gran lección de valor y patriotismo al zar y a su decadente imperio. Para muchos, este evento fue el antecedente directo de la Revolución de Octubre.
¿Por qué estoy pensando en el Acorazado Potemkin?
Uno pensaría que estas cosas ya no ocurren, que quedaron atrás por más de un siglo, soterradas como vergonzosos pecados de épocas más inciviles e inhumanas, de gobiernos insensibles y despiadados.
Bueno, me acordé por una modesta nota de la semana pasada en la que se nos informó que 200 trabajadores de Pemex se pusieron en huelga de hambre precisamente en protesta por la precariedad alimentaria a la que negligente, pero deliberadamente están siendo sometidos.
De acuerdo con una nota que cito: La comida es pésima. Denunciaron que sólo les dan huevo, arroz y tortillas, todo de pésima calidad y mal preparado. Les retiraron del menú fuentes de proteína más completas como la carne roja y el pollo y hasta el derecho al café. Esta infame dieta terminó por provocar numerosos casos de enfermedades gastrointestinales.
Visto así, la huelga de hambre era la única opción y vía de presión posible, pues la comida está tan pinche que de cualquier manera no se la iban a comer.
Olvidé mencionar que los trabajadores están en una plataforma marítima frente a las costas de Campeche, lo que acentúa un poco más el parangón Pemex/Potemkin.
Pero esto significa además que los trabajadores de la paraestatal pasan a bordo varias semanas (un mes quizás); cautivos en altamar, alejados de todo y de todos. No pueden ir al Oxxo ni va a llegar ninguno de sus familiares para dejarles el lonche; los empleados están a merced del humanismo y la sensibilidad de su empleador, de la ética de quien lo ha contratado y de lo que la ley lo ampara.
Pero el patrón, el Gobierno Federal en última instancia, ha decidido que no merecen una dieta nutritiva, variada, rica, suficiente ni mínimamente digna. No me puedo imaginar por qué una empresa (pública o privada) al día de hoy sometería a su fuerza laboral a semejantes condiciones que escandalizarían hace más de un siglo.
Y si no pesa ya la obligación de hacer lo correcto, al menos la directiva debería saber cómo afecta el bienestar, la salud y la satisfacción de un empleado en la productividad. Pero si ya permitieron que la situación escalara hasta una huelga de hambre, está claro que no saben una chingada.
¿Es esa la gran empresa nacional que la Cuarta Transformación rescató de las corruptas garras del neoliberalismo? ¿Es esa la empresa que piensan sacar de su bache (socavón) financiero y volverán a convertir en el pilar de la economía mexicana?
Si ni siquiera son capaces de proporcionar el combustible esencial a su plantilla laboral, ¿tendrán la capacidad de ser la fuente energética primordial para nuestro futuro inmediato y a mediano plazo? Déjeme dudarlo mucho.
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Y como una increíble coincidencia, de esas a las que es tan proclive nuestra Cuarta Transformación, se reportó días después un violento ataque de piratas (¡Sí, malditos piratas en pleno siglo 21 en aguas nacionales!) a otra de las plataformas del complejo, hecho que podría o no estar relacionado con la crisis alimentaria; pero podría ser otro síntoma imputable al descuido y la precariedad de la paraestatal de la que −por alguna razón que no me explico− tanto se enorgullece la chairocracia.
De la magnitud de las pérdidas, pasivos y deuda con proveedores de Pemex hablaremos después.
Sabemos bien que hay mil temas urgentes sobre los cuales reflexionar y estar pendientes. Pero hoy sólo deseaba que este episodio bochornoso no pasara del todo inadvertido, pues ilustra muy bien cómo la bestia moreno-cuatroteísta se devora a sí misma en cada acto negligente en que incurren los muy hijos de Potemkin.