¡Pendejos vs. inteligentes! ¿Gastar o invertir?

La diferencia entre un gasto pendejo y uno inteligente es simple: el primero sólo satisface su ego y su necesidad de gratificación inmediata, el segundo le da estabilidad y le acerca a la libertad financiera
Seamos honestos, queridos lectores. Si cada peso que nos ha caído en la cartera durará lo mismo que nuestro propósito de ir al gimnasio, ya tendríamos un emporio financiero que ni Warren Buffett en sus mejores tiempos hubiera soñado. Pero aquí estamos, preguntándonos por qué nuestra cuenta bancaria está más vacía que un Oxxo a las 4 de la mañana.
La culpa, mis estimados despilfarradores, es de nuestra habilidad casi mágica para desaparecer el dinero en cosas tan útiles como la “promo” de tres micheladas por cien pesos (pero de las baratas, porque hay que ahorrar), el café de moda con nombre impronunciable que cuesta lo mismo que una comida corrida o esa membresía de gimnasio que sólo visitas para tomarte selfies en el espejo de los vestidores.
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Porque claro, lo importante es el status, no la estabilidad.
“Yo trabajo”, “yo me esfuerzo”, “yo sufro en el tráfico”, entonces, ¿qué tiene de malo un caprichito? Nada, absolutamente nada... hasta que el “caprichito” se convierte en nuestro estilo de vida y de pronto nos encontramos vendiendo la lavadora porque ya no llegamos a la quincena. Pero eso sí, el outfit siempre impecable, no importa que debamos dinero en cinco tarjetas de crédito y a la “viejita que presta” del trabajo.
Porque claro, gastar sin pensar es divertido. Como pagar por la suscripción premium de todas las plataformas de streaming y terminar viendo videos en TikTok. O comprar el último iPhone a 24 meses sin intereses, pero seguir preguntándote por qué nunca tienes dinero. O esa colección de tenis que costaron más que la renta, pero que sólo usas para presumir en Instagram.
Gastar en cosas innecesarias es la versión adulta de comerte todas las golosinas de golpe y luego quejarte de dolor de panza. Sí, se siente increíble en el momento, pero al rato andas retorcido, lamentando tus decisiones.
Y es que existen muchos ejemplos de gastos pendejos en esta vida, como comprar ropa carísima en pagos, pero seguir viajando en transporte público porque no te alcanza para un coche. Comer en restaurantes de lujo con la tarjeta de crédito y luego vivir a base de maruchan a fin de mes. Pagar por una aplicación de meditación para “reducir el estrés financiero” en vez de reducir el gasto financiero. Comprar cursos de “volverte millonario en 30 días” impartidos por un tipo que renta Lamborghinis para las fotos de Instagram.
Al final, los gastos pendejos son el camino a la ruina.
Pero no se preocupe, también existe el camino a la libertad. Hablemos de los gastos que sí valen la pena. Esos que no sólo le dejan algo, sino que le ayudan a avanzar. Pagar por educación, aprender una nueva habilidad, invertir en un negocio, en bienes raíces, en un fondo de inversión. Incluso gastar en salud y bienestar (pero de verdad, no en cremas milagrosas que prometen abs en dos semanas).
Gastar de manera inteligente es como hacer ejercicio: puede dar flojera al principio, no se siente tan inmediato, pero con el tiempo se vuelve más fuerte y resistente.
¿Ejemplos de gastos inteligentes?
Compre libros o pague cursos que realmente le den habilidades útiles para ganar más dinero. Ahorre para el enganche de una casa en lugar de pagar renta toda la vida. Invierta en su salud: revisiones médicas, buena alimentación y ejercicio (no en la proteína que le prometió “ponerle mamado en un mes”). Ahorre e invierta en lugar de tirar el dinero en gadgets nuevos cada seis meses que hacen exactamente lo mismo que el anterior.
La diferencia entre un gasto pendejo y uno inteligente es simple: el primero sólo satisface su ego y su necesidad de gratificación inmediata, el segundo le da estabilidad y le acerca a la libertad financiera.
Pero vamos a dejarnos de hipocresías, hablemos de la cruel verdad: gastar y endeudarnos nos hace sentir poderosos, importantes, hasta chingones. Invertir, en cambio, nos hace sentir aburridos, pacientes y hasta un poquito tacaños. Pero la diferencia entre el que gasta a lo pendejo y el que invierte con cabeza es que el primero siempre está pidiendo “prestado” (a la familia, al banco, al universo), mientras que el segundo, con el tiempo, tiene suficiente para que los demás le pidan a él.
La pregunta es, ¿de qué lado quiere estar?
Y antes de que me salgas con el clásico “es que no me alcanza para invertir”, recuerde esto: si le alcanza para el cafecito de 80 pesos diario, también te alcanza para meter algo en un fondo de inversión. Si puede pagar Netflix, Spotify, Disney+ y hasta el servicio de “traer comida que podrías haber cocinado tú mismo”, entonces puede empezar a construir su libertad financiera.
Invertir no es sólo para magnates de traje y corbata, es para cualquiera con dos dedos de frente y ganas de no vivir al borde de la bancarrota. No necesitas millones para empezar, pero sí necesitas disciplina y paciencia. Hay opciones para todos: fondos indexados, bienes raíces, criptomonedas (pero sin volverte un “inversionista” de TikTok), incluso empezar un negocio. Lo que importa es dejar de pensar en cómo gastarlo y empezar a pensar en cómo multiplicarlo.
Porque al final del día, no se trata de ser el más presumido de la cuadra con el último celular que aún estás pagando, sino de ser el que tiene la libertad de hacer lo que quiere sin estar contando centavos.
Invertir no es un lujo, es una necesidad. Así como ahorras para unas vacaciones o para la peda del fin de semana, deberías estar ahorrando para que en el futuro no te toque vender gelatinas en la calle para sobrevivir.
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Pero bueno, usted decide: ¿quieres ser el güey que gasta o el que invierte? Puede seguir en la carrera de la rata, corriendo para pagar la siguiente deuda, o puede hacer algo por su futuro. El dinero no es el problema, el problema es cómo decide usarlo.
Así que, la próxima vez que saque la cartera, pregúntese: ¿esto es un gasto pendejo o un gasto inteligente? Si la respuesta es la primera, mejor guarde esa lana antes de que termine llorando en la quincena. O no, y siga comprando ese café que sabe a derrota financiera.
Porque al final el que aprende a invertir no tiene que preocuparse por el dinero. Y el que sólo sabe gastar, termina pidiéndole prestado al que sí supo administrarse. Pero al fin y al cabo, esta es solamente mi siempre y nunca jamás humilde opinión. Y usted... ¿Qué opina?
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