Pizarro y la energía femenina: La Lulú, Cocina y Vino
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En la energía la madre es la abundancia y el padre el éxito. Honrar a quienes nos permiten circular en este viaje llamado vida da a nuestros sueños un propósito.
Indistintamente de cómo fueron o son ellos, nosotros elegimos llegar a través de ellos. ¿Quizá por eso es el gran éxito de La Lulú?
Alfonso Pizarro, un visionario restaurantero propietario de la Lulú Cocina y Vino, lleva un largo camino en la gastronomía. Como la buena receta de la vida, se ha cocinado despacio, con aciertos y logros; pero con un gran aprendizaje.
Desde ver a su madre haciendo repostería y ver a su abuela cocinando siempre, ante las necesidades de la familia, se fue a buscar sustento y fue a dar justo al lugar donde literal se cocinan los sueños.
De lavaloza, después boleando copas, también le hizo a los postres. Y como buen ludópata de la gastronomía, este ruido de trastes, vasos, murmullos parroquiales, charlas interminables, este acercamiento mágico que se tiene con el comensal dejó a Pizarro hechizado con toloache para dedicarse a este menester.
No es para cualquiera, si algo tenemos quienes nos dedicamos a esto es una montaña rusa que nos encanta, aunque se descarrile o suba y baje. Agradecemos la decisión bien tomada del “Dandy” restaurantero. Si otorgara premios yo lo pondría en una terna; seguro él ganaba; doblemente nominado.
Me comenta: “No estudié para esto, pero me gustó el ambiente, la fiesta que es”. Y nadie ocupamos que haya estudiado, a quién le importa. Con ese dinero de servicio y esa innovación de bocados celestiales que ofrece La Lulú.
Con diversos cierres, intentos y como todo lo que vale la pena en los Valdés 1800, se sitúa ya un clásico de esta ciudad, con personalidad, aquí vemos reflejada la abundancia de la que hablábamos.
Mucha vegetación, nogales , huertos, diversos verdes en tonalidades que te conectan con un sentimiento sincero , con barricas, vinos, tragos coquetos, cerveza helada ahí está Mely su compañera de vida, firme y con vista de alcón , para que Poncho, no le afloje ni un pelo. Está sinergia de ellos ha logrado de este sitio un lugar de preferencia para muchos saltillenses que gozan de toda esta historia contada a través de la mesa.
No recuerdo a nadie, a menos que alguien me lo hagan saber, que haya traído ostras frescas, callo de hacha, pata de mula y otras suculencias, dándole este respiro fresco y que Lulú, al igual que su respetada madre, tengan esa personalidad única.
La Lulú es la alfombra roja; a mí me ha tocado una ensalada de palmitos brutal. Nunca había encontrado palmito en un restaurante hasta que fui a este destino gastronómico. Innovador, con miles de seguidores en Tik Tok, hace que babees con sus rodajas de tomate con salsa Maggi, Tabasco y limón y si tiene un chilito de monte, pues más chingón.
Este Dandy además es un gran maestro:
“Mamá, llegué 8 minutos tarde con tu amigo de la Lulú y me dijo, ‘esta es la primera impresión que tengo de ti’, me ha dado tanta vergüenza que ahora que entré a trabajar llego 10 minutos antes”, mi hijo, cuando lo mande a capacitarse a Doña Lulú.
Así es él, así es esta “vieja escuela” que muchos no entenderán. Lejos el ego y el reconocimiento público, a Mely y Alfonso les importan dos espárragos con poca sal.
Ellos centrados en los suyo en este espacio de honra materna que lleva a muchos comensales a seguir la tradición de que la abundancia viene de la madre. Sin hacer circo y maromas, la Lulú es un lugar preferido por toda su creatividad y bien pensado y concebido servicio. Quien está al servicio está en la energía correcta del universo .
Gracias, Alfonso por tu escuela.
Visiten Lulú, Cocina y Vino, que además es arropador y fashionista, compartido e invita a varios cocineros y chefs a colaborar con él sin miedo al éxito. Compartiendo conocimientos, técnicas y la alegría de buena cocina. En Lulú hay de todo, no te la pierdas.
Felicidades, maestro.