Plagio y ChatGPT: Un gran reto para los docentes
La persona no redacta los textos, solamente da algunas instrucciones... Por tanto, no es el autor, tampoco es producto de su ingenio, pero puede hacerlo pasar por propio y los software antiplagio tradicionales no pueden detectarlo
Irene Vallejo, en su libro “El Infinito en un Junco”, nos cuenta que en Alejandría se organizó hace más de 2,100 años un concurso de poesía, en donde uno de los jueces era Aristófanes de Bizancio, quien escuchó las composiciones que se suponían originales de los concursantes. Algunos jueces quedaron encantados con la calidad de las mismas, pero Aristófanes les pidió un momento, se dirigió a la famosa Biblioteca de Alejandría y trajo consigo los rollos de papiro en donde se encontraban las obras plagiadas por estos concursantes.
Esta anécdota nos muestra lo antiguo que es el plagio y lo complicado que es detectarlo. Aristófanes pudo hacerlo porque era una de las personas más eruditas del planeta en esos momentos, pero de ese tiempo a la fecha la producción de libros y textos ha crecido exponencialmente millones de veces y en todos los idiomas de la Tierra.
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Sin duda, la tecnología nos ayuda a combatir el plagio, por ejemplo, hay programas como Turnitin, PlagScan o Viper, que revisan un texto y señalan las partes de este que fueron extraídas de otras fuentes, lo que permite identificar los fragmentos tomados de diferentes escritos que no fueron citados y atribuidos a sus autores.
Otra forma convencional es que cuando un docente sospecha de un párrafo, basta con copiar el mismo y ponerlo en el buscador de Google para verificar si este se encuentra en los millones de páginas y textos almacenados en el buscador más grande y potente del mundo.
Sin embargo, la irrupción de ChatGPT y de otros motores generadores de texto de IA, como DeepSeek o Gemini, ha planteado un nuevo reto, porque estos motores pueden crear textos inéditos, uniendo piezas, estilos y datos de otros, pero con una combinación de elementos que los hace originales, pero no atribuibles a la persona que los solicitó.
Es decir, la persona no redacta los textos, solamente da algunas instrucciones que se quedan en el plano de lo general y estos programas le generan un texto nuevo, que es totalmente diferente a cualquier otro que se haya escrito. Por tanto, no es el autor, tampoco es producto de su ingenio, pero puede hacerlo pasar por propio y los software antiplagio tradicionales no pueden detectarlo.
Esto ha provocado el surgimiento de programas antiplagio especializados en ChatGPT y otros motores de IA. El problema es que aún no son tan buenos, pero asumiendo que los mismos van a mejorar en el futuro, lo más probable es que también los motores de IA encuentren formas de burlar dichos software, convirtiéndose en una carrera de nunca acabar.
Es por ello que el gran reto que tenemos como docentes es desarrollar esquemas de actividades y evaluaciones que reten el pensamiento crítico de los alumnos, pero se tomen las salvaguardas para que ChatGPT no sea el que haga el trabajo, por ejemplo, con exámenes orales, escritos, actividades, discusiones, exposiciones, o que incluso se use ChatGPT, pero de formas inteligentes que reten al alumno a detectar datos incorrectos en textos generados con IA y aprenda a crear cosas de mayor calidad.
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