¿Podemos considerar al teatro una terapia?

He escuchado en el ambiente teatral ambos puntos de vista. Hay quien considera al teatro como una especie de terapia, mientras que en ambientes educativos y profesionales un actor puede ser reprimido precisamente por utilizar al teatro como tal. Vemos psicólogos y terapeutas que usan herramientas teatrales para tratar pacientes; vemos, también, artistas que evaden tratamientos de terapia psicológica – que a veces pueden ser muy necesarios – argumentando que su manera de sanar es el arte. ¿Puede o no el teatro ser considerado terapia?
Pues bien. A pesar de que creo que el teatro, y quizás cualquier tipo de expresión artística pueden ser extremadamente beneficiosos para la salud mental, debo decir que al mismo tiempo no considero que se pueda considerar al teatro como equivalente a un tratamiento llevado por un terapeuta profesional. Es, por cierto, poco profesional – y peligroso – llevar los traumas personales a escena sin un debido acompañamiento y mucho menos recomendable intentar espantar demonios internos durante un proceso específicamente artístico. No que algunas técnicas de actuación no inviten a hacer uso de ello, pero eso ya es asunto de otra conversación.
La confusión, pienso, viene del hecho de que, aunque un proceso de creación teatral no es terapia, el teatro en su generalidad sí puede ser terapéutico. Vaya, que, aunque es responsabilidad del artista profesional mantener y cuidar su salud mental, no se puede negar que algunos procesos puedan ser liberadores y que el teatro como herramienta – ya no como único “tratamiento” – pueda ayudar a muchos no-actores a sentirse mejor, liberados o más confiados.
Aquello que se llama de teatroterapia o dramaterapia se trata de una técnica de crecimiento psicológico que, si bien usa elementos teatrales, lo mismo usa los de la psicoterapia. El ambiente proveído en estos casos está específicamente pensado para mejorar el bienestar psicológico. No cualquier taller teatral tiene los profesionales preparados para lidiar con ciertos traumas que pueden ser intencional o accidentalmente destapados por ciertos ejercicios. Cabe al instructor o director teatral, determinar hasta dónde puede llevar a un actor sin poner en peligro la integridad psicológica del actor o estudiante y cuándo es tiempo de tratar con dicho individuo la necesidad de parar cierto abordaje “en nombre del arte” que pueda ser dañino a largo plazo y buscar otro tipo de ayuda. Así mismo, los grupos de teatroterapia no tienen, de ninguna manera, la intención de formar actores profesionales.
¿Qué es lo que el teatro como herramienta terapéutica sí puede aportar? Conexión con el presente, conciencia de las sensaciones del cuerpo, espontaneidad y creatividad. Con la debida vigilancia, es utilizado para externalizar conflictos pasados o actuales y reafirmar la identidad, además de trabajar con contenidos personales en un rango dentro de la tolerancia de cada persona. Este último punto, por ejemplo, difiere en gran medida del enfoque puramente profesional artístico del teatro, en el que se exige mucho más en cuanto a retar los límites del actor – idealmente dentro de lo saludable – con el objetivo de complejizar su capacidad y rango expresivo. Por otro lado, si bien algunas técnicas actorales trabajan con la identificación entre actor y personaje, bajo ninguna circunstancia se considera ético o deseable que exista una fusión entre ambos que haga olvidar al interprete el límite de su identidad. El actor profesional usa su cuerpo y mente como materia prima, pero no es él mismo el que se proyecta en escena.
Entonces, no podemos negar el poder sanador que tiene el teatro en aquel que lo practica, pero de ninguna manera podemos usarlo como terapia alternativa en sustitución del acompañamiento psicológico, pues es peligroso para quien lo intenta y al mismo tiempo compromete el bienestar y el trabajo de aquellos que comparten la escena. No es en los ensayos que se trabajan traumas o bloqueos graves, corresponde a cada actor decidir cómo y cuándo lidiar con ellos, fuera del ambiente de trabajo y de acuerdo a los tiempos y límites propios.