Política e identidad

Opinión
/ 4 junio 2024

Es urgente analizar si el presupuesto destinado a la infraestructura carretera en México ha sido debidamente reajustado, de forma proporcional a la realidad inflacionaria, durante los últimos cuatro sexenios.

Y es que de acuerdo con los propios datos de la SICT, cotejados con el último censo poblacional realizado en 2020 por el Inegi...

¡Estoy bromeando! ¡Oiga! ¡No se vaya! ¿A poco se la creyó?

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Por supuesto que vamos a hablar de la elección del domingo. ¡Como si pudiéramos ignorar semejante madriza propinada por la fuerza cuatrotera!

Tratemos de entender qué carajos fue lo que aconteció, porque si bien el triunfo de la doctora Ivermectina estaba cantado desde hace dos años por lo menos, todos los analistas (y me superincluyo) considerábamos que los yerros y omisiones de la gestión de López Obrador le pasarían una natural y muy justa factura en las urnas; no lo bastante costosa para poner en riesgo la continuidad de su “proyecto” (si es que tal cosa existe), pero apenas para balancear un poco mejor los contrapesos en las cámaras legislativas y las entidades.

Pero nanay, nel pastel, nones pelones y toda forma de negación expresada en forma de anacrónico chavorruquismo: Morena resultó de hecho muy fortalecido con respecto a las pasadas elecciones intermedias, cuando perdió parte de su aplastante mayoría en la Cámara Baja y casi la mitad de las delegaciones en CDMX.

Este domingo se esperaba que la oposición recuperase al menos las entidades donde la 4T quedó más a deber (Morelos); o en donde presentó las candidaturas más cuestionables (Veracruz). Ya de perdido que retuviera aquellas donde al parecer ha gobernado con cierto éxito (Yucatán); o por lo menos que la contienda entre Santiago “Trabada” y Clara “Purgada” estuviera un poco más apretada, pero al final parece que hay entre ellos un insalvable abismo de 10 puntos porcentuales.

Morena se perfila para contar con mayoría calificada durante la siguiente legislatura, lo que le daría un amplísimo margen de maniobra a la próxima Presidente para reformar la Constitución “a lo Vargas”, sin necesidad de tener que cabildear o negociar con la pobre, maltrecha y disminuida oposición (eso sí debería preocuparnos, lo demás son meras anécdotas).

Finalmente tenemos la apabullante ventaja de la candidata del Presidente sobre la abanderada de la coalición PRI, PAN, PRD. La doctora Shein dobló a doña Xóchitl... En votos, aunque poco le faltó para ponerla materialmente en cuclillas.

Quería decir que el triunfo de Morena sobre los partidos de oposición fue épico, pero le haría mucho más justicia decir que aquello se tornó francamente pornográfico. ¡Qué revolcón me le acomodaron a la marea rosa!

Cuando parecía que el partido oficial había saciado ya sus más primitivos y salvajes instintos y que a la coalición Fuerza y Corazón por México le habían robado lo último que le quedaba de inocencia, un nuevo mulato semental entraba a escena en forma de una nueva actualización del PREP, para volver a hacer suya a esa oposición que ya no sentía lo tupido sino lo profundo.

Espero que por lo menos le hayan regalado flores al PRIAN y lo hayan llevado a un buen restaurante.

La pregunta pertinente, sin embargo, es ¿por qué? ¿Por qué el partido oficial parece gozar de su mejor estado de salud desde el 2018 sin que los reiterados escándalos del Presidente le hayan hecho la menor mella?

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Bien, hay dos respuestas para ello. Una respuesta es corta y funciona muy bien si usted se identifica plena e incondicionalmente con el movimiento encabezado por López Obrador:

El apoteósico triunfo del partido hegemónico habría sido consecuencia directa de la aprobación de la que goza el Presidente. La satisfacción del pueblo de México bajo el régimen morenista se habría traducido en votos duros y efectivos. AMLO y su movimiento habrían sido refrendados con plena consciencia ciudadana en las urnas.

Pero otra explicación (que anticipo no será la más popular entre los adeptos del régimen) nos esclarece por qué el grueso de los electores, pese a ser incapaz de citar un sólo logro concreto del presente gobierno (porque no existe tal cosa), lo ratificó con el voto masivo.

¿Cómo fue que el electorado ignoró el precario estado que guarda la seguridad pública; los incontables escándalos de corrupción; la falta de transparencia; las fallidas obras emblema del sexenio a sobrecosto y sin terminar, la militarización; el desdén por causas como las madres buscadoras, los periodistas asesinados, ¡los candidatos asesinados!, Ayotzinapa; la pauperización del sistema de salud...? Todo ello no son opiniones, son hechos constatables y verificables con datos del propio Gobierno.

Y aunque son temas que tenemos presentes desde el primer año de gestión, fueron olímpicamente ignorados a la hora de emitir el sufragio del domingo. ¿Por qué no pesaron en dicha decisión?

Según algunos analistas, la devoción por una idea o por un personaje provoca en quienes comparten dicha afinidad un sentimiento de colectividad, de pertenencia a una causa mayor.

Y ya no sería lo justo o lo equivocado de dicha causa lo que pesaría en la intención de voto, sino esa simple sensación de militancia, de fraternidad, lo que supliría cualquier análisis de la realidad.

Esta pertenencia le da al individuo algo que hoy en día es muy apreciado: Identidad, una identidad que nos ayuda a surcar por la vida con un propósito o algo parecido a éste.

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Y repito: Ya no importa si los principios son nobles o viles; o si los métodos son legítimos o ilegales. Lo importante es la identidad, mi identidad, y quiero que ésta se imponga y prevalezca sobre la de los demás, así en las urnas como en cualquier discusión de sobremesa o pleito de redes sociales.

El triunfo de Morena del domingo habría sido pues la recompensa por haberle entregado a la gente una identidad que defender, no así un proyecto de Nación o de Gobierno al que darle continuidad.

No puedo dar por concluido este tema, pero de momento creo que nos ayuda a explicarnos bastante bien el fenómeno electoral del domingo. Y quizás nos ayude también, no a resolver nuestros problemas, pero sí por lo menos a entender por qué no podemos resolverlos.

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