2020…2021, Adiós… y ¡Hola!
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Les platico que tengo un amigo a quien quiero entrañablemente, que todos los días hace dos horas de gym; que le gusta escuchar música clásica todas las noches en el envidiable Mcintosh que tiene; que nada -si se le pega la gana- llueve, truene, relampaguee o el clima esté embichado, por lo del méndigo bicho que sigue suelto.
Que hace unas noches que fuimos a la ópera, cuando salimos en el intermedio a tomar aire fresco y ver a la Luna, casi corre a su carro por su gorra porque empezó a darle frío y quiso cubrirse la testa.
Que cada vez de las muchas que hablamos, me gusta hacerlo reír a carcajadas y el a mí con sus ingeniosas, pícaras e inteligentes ocurrencias.
Que lo dejo que me regañe -cosa que él disfruta enormemente- y si me viera riéndome al otro lado de la línea, me querría agarrar a trancazos.
Que la única vez EN LA VIDA que lo hice enojar, se me puso bravo como un toro y terminé diciéndole que la suya había sido rudeza innecesaria porque yo con él, con media cachetada tenía y era más que suficiente.
Que una vez que le dije que me gustaría que él viviera 120 años me respondió -fingiendo otra vez su tono bravo- “qué te pasa, yo voy a vivir más, como 200…”.
Que -como tiene una ortografía impecable- me corrige a mansalva cuando un acento se me pela, o una tilde o cometo algún estropicio producto del frenesí de mi hábito por escribir.
Que es de los pocos mortales a quienes reconozco saber dónde poner un punto y coma (;) que domina la gran diferencia de ese signo de puntuación respecto a la coma (,) al punto (.) y a los suspensivos (…) que según los cánones, nomás deben ser tres… y que usa magistralmente los guiones (-) para cambiar el ritmo de los párrafos.
Que cuando estamos con alguien y empieza a platicar una de sus mil anécdotas, dice de pronto, viéndome a los ojos: “esto ya te lo sabes, verdad?” y yo asiento y me siento a escuchar ooootra vez su relato, disfrutándolo como lo disfrutan los que lo oyen por primera vez.
Que su cumple-años es en el mismo mes que yo, muy cerquita su día del mío, y que en su más reciente le regalé una piñata para que la agarra a madrazos y que en una de éstas veces que fui a verlo a su casa, en un descuido de alguien que dejó cierta puerta abierta, alcancé a verla todavía intacta, seguramente esperando el momento de que el personaje empapelado y alambrado -antes encarrizado- caiga, para ahora sí, partirle su madre con el palo que también le regalé.
Que hace unos días -dos horas antes de la conjunción de Júpiter y Saturno- me llamó para preguntarme si desde su casa se podría ver, y a pesar de que está guardado desde que empezó la pandemia y ha salido si acaso dos veces, me dijo que se lanzaría a verlo a la carretera a Saltillo porque vive casi pegado a la Sierra Madre y desde ahí le taparía la vista.
Que ahora que este 2020 se nos va, se aventó una analogía SUBLIME del 2020 y las “Cuatro Estaciones” del monacal Vivaldi, porque además de ser un jugador mundial en el giro de sus negocios, escribe muy muy bien.
Que hablando de años que se nos van, quiero pedirle -quitándole todo lo funesto que pudiera sonar esto- que me haga el favor de avisarle a su familia, que les diga que no se vayan a extrañar ni a verme mal si el día de su funeral, dentro de 120 años- me ven llorarlo a mares, porque sin ser yo de su sangre ni él de la mía, le quiero como si lo fuera… y así lo voy a llorar el día en que ya no esté…
CAJÓN DE SASTRE
“Ojalá que así como quieres a tu amigo, me quieras a mí. Lo digo en futuro, porque sé que así me quieres en el presente… y también en tu pasado”, me dice la irreverente de mi Gaby. Y yo le respondo: así es…y será…”