Amarrar navajas... la actitud sumisa de la IP, sin correspondencia alguna en la 4T

Politicón
/ 29 abril 2020

“Me acuso padre, de que anoche le hice el amor tres veces a una mujer que no es la mía. ¡Tres veces seguidas, padrecito, una tras otra! ¡Y las tres en forma espectacular!”. “Bueno, cabrón –se molestó el buen padre Arsilio con el penitente–. ¿Viniste a confesarte o a presumir?” Un solitario individuo llegó al bar Ullo, pidió dos botellas de tequila y en el curso de la noche se bebió las dos. Igual hizo los siguientes días. El cantinero, intrigado, le preguntó, por qué hacía eso. Relató el sujeto: “Durante años me juntaba todos los días en su casa con Etilano, mi mejor amigo, y nos tomábamos una botella de tequila cada uno. Hace poco él falleció. Ahora yo me bebo en su memoria dos botellas: la suya y la mía”. Una noche el fulano pidió sólo una botella. Le preguntó el de la taberna: “¿Ya no se va a tomar la de su amigo?”. “Ésta es la de mi amigo –aclaró el tipo–. A mí el médico ya me prohibió el alcohol”. Uglicia, muchacha fea pero rica –o rica, pero fea–, le comentó a Bragueto, el forastero que la pretendía: “Mis amigas me dicen que me buscas nada más por mis millones”. “No es cierto –se defendió Bragueto–. Pero ya que tocaste el tema, ¿cuántos tienes?” Lejos de mí la temeraria idea de amarrar navajas. Me puede suceder lo mismo que a mis tíos Raúl y Rubén, hermanos de mi madre. Llevaron el gallo del corral de su casa a pelear en un palenque. Dijeron que era de Filipinas, que había vencido al campeón del Valle de Texas y que estaba programado para combatir en la feria de San Marcos, del merito Aguascalientes. Luego le apostaron secretamente al otro gallo, que sí era de pelea. Y sucedió que ganó su gallo, el del corral. Ahí perdieron todos sus ahorros. Por eso yo nunca amarro navajas. Diré, eso sí, que a estas alturas los dirigentes del Consejo Coordinador Empresarial deben haberse dado cuenta ya de con quién están tratando. Quizás ahora reconocerán que su actitud obsecuente, y aun sumisa, del principio no tuvo correspondencia alguna, que los campos de la iniciativa privada y el Gobierno están bien definidos y que no es posible hallar en AMLO comprensión, y menos aún ayuda para los micro, pequeños y medianos empresarios en estas horas de dificultad. Por eso hicieron bien los directivos de la IP en buscar apoyos por su cuenta. En este punto López Obrador mostró andar a 20 cuadras del desfile, como dice la expresión de pueblo, pues no tuvo la menor idea de la naturaleza y alcances del acuerdo que el Consejo Mexicano de Negocios hizo con el Banco Interamericano de Desarrollo. Se puede ser ignorante en muchas cosas –imposible es saberlo todo– pero no hay que exhibir esa ignorancia. En este punto, como en muchos otros, el Presidente se vio mal. Alguien debería aconsejarle que modere, module, modele, modernice y modifique sus moditos. Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, fue a un día de campo con Dulciflor, linda muchacha. En un prado vieron a un toro y una vaca que cumplían el rito de la generación. En tono insinuativo le dijo el salaz sujeto a la preciosa chica: “¡Cómo me gustaría hacer lo mismo!”. “Hazlo –autorizó Dulciflor–. Pero ten mucho cuidado, no se te vaya a enojar el toro cuando te vea con la vaca”. Ya conocemos a Capronio: es un tipo grosero, desconsiderado y majadero. Ayer su señora suegra le dijo: “¿Verdad que con este vestido me veo 20 años más joven?”. “Es cierto –confirmó Capronio–. Y si no es indiscreción, suegrita, ¿qué edad tiene?”. Respondió ella: “49 años”. Acotó Capronio: “No, yo digo sin el vestido”“¡Una buena noticia, Blanca Nieves! –le anunció Pinocho, feliz, a la muchacha–. ¡Ahora cuando digo mentiras ya no es la nariz lo que me crece!”
 FIN.

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES
Catón

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