Colillas, chicles y entornos escolares
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“No es más limpio el que limpia, sino el que no ensucia”
El desdén hacia lo público, hacia lo que es de todos, pero no es de nadie se constata a diario, lamentablemente, en nuestro andar urbano. Imposible caminar por las aceras y arroyos de múltiples barrios de nuestras ciudades sin ir esquivando obstáculos físicos, encontrarse con residuos de todo tipo; basura, envases, colillas, envolturas de comida chatarra, autos abandonados, chicles estampados que confieren un acabado dálmata al pavimento peatonal, pero lo más grave aún es que tal situación se agudiza y es mayor en los entornos de las escuelas públicas, mercados y hospitales.
Las calles aledañas a las escuelas así como sus instalaciones son los espacios que dan referencia al estudiante de lo que es su ciudad, su ámbito de convivencia, lo que el patio y pasillos son el interior; las calles, callejones y plazoletas inmediatas lo son en su exterior. Baste observar la transformación de esos entornos minutos después de la salida de los alumnos, se convierten en basureros horizontales, aunado a que muchas de las fachadas de las escuelas se encuentran deterioradas y graffiteadas. Si ese es el aspecto y atmósfera reinante en el percibir de los alumnos, justo en el sitio donde reciben educación, qué concepción de ciudad, convivencia e higiene podrán llevar a cabo en su casa. Mucho hay que hacer en cuanto a cultura cívica y de respeto a lo público, por complejo que parezca, pero a la vez de gran impacto y relativa facilidad en llevarse a cabo, sería iniciar una drástica campaña en sanear urbanamente los entornos de las escuelas y sitios públicos de concentración de personas; arreglo de fachadas, aceras, arborización, programas de higiene y limpieza en las cercanías a las mismas. Estos puntos tienen el potencial de convertirse en unos oasis a multiplicarse en el tejido urbano. Lo realizado en la Ciudad de México en cuanto a rescate y dignificación de espacios públicos emblemáticos marcó el inicio de una tendencia que debe extenderse a estos sitios neurálgicos de la convivencia urbana.
Un argumento genérico y equívoco en relación a la basura es que no se cuenta con suficientes contenedores para su depósito en la vía pública, falso, en Japón no existen cestos, lo fumadores llevan en el bolsillo un cenicero portátil, una especie de pastillero donde depositan la ceniza y las colillas, y si consumen alguna golosina guardan la envoltura en sus bolsillos hasta llegar a su casa o a la oficina. La alcaldía de Madrid acaba de lanzar una campaña donde se regalan ceniceros semejantes en un pequeño sobre de plástico para que los fumadores y masticadores de chicles los depositen ahí. Se calcula que a diario se tiraban a la calle quinientas mil colillas, y se sabe que un chicle en el pavimento tarda cerca de cinco años en desintegrarse, con los consecuentes daños a la salud, además del desagradable aspecto físico.
Más allá de campañas de comunicación con enunciados vacuos, cargadas de buenas e ingenuas intenciones, se requiere de un programa de acciones físicas sensatas, acompañado de una política pública consistente, debidamente socializada para que su aplicación cuente con la legitimidad necesaria para resultar exitosa.
Twitter: @FelipeLeal_Arq
(Arquitecto)