¿Comunismo en México?

Politicón
/ 15 enero 2020
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Para López Obrador, Fidel Castro fue un “gigante a la altura de Mandela”, quien, a su juicio, “durante décadas mantuvo libre, independiente y soberano al pueblo cubano”. ¿Qué...? Castro fue un tirano represor, un asesino en nombre de la “libertad y del progreso”. Como lo he dicho hasta el cansancio y ya sé que me repito, Fidel persiguió, desapareció opositores, mutiló, torturó, espió, fusiló después de juicios sumarísimos sin posibilidades de defensa, a quien se negara a aceptar una nueva dictadura, esta vez de izquierda, en la Cuba que algún día será libre. Aplastó furioso contra el piso, con su odiosa bota militar, la menor simiente democrática en Cuba y todavía intentó exportar el sistema represivo a América y a África, como hoy en día lo intenta Maduro. Castro creó una policía secreta para purgar al sistema de “agentes nocivos que pensaran peligroso...”. El sátrapa caribeño ignoró los más elementales derechos humanos, impartió “justicia” según sus estados de ánimo, asfixió la libertad de expresión en las cárceles clandestinas y en los paredones; canceló el derecho de imprenta, el de libre tránsito, el de empleo y el de asociación, así como suprimió con las armas cualquier garantía individual. ¿La “izquierda” de Fidel se parecía a la de Mitterrand o a la de Felipe González y su histórico PSOE? ¡No!: la del Coma-andante fue y continúa siendo una de las tiranías más retrógradas y salvajes de la historia. 

Fidel fue un primate disfrazado de militar, el verdugo del pueblo cubano, el destructor de su economía y de sus esperanzas. Fidel era el Poder Judicial, el Ejecutivo, el Legislativo, era la prensa “libre”, la “autonomía” universitaria, la policía secreta, la única fuerza política. Fidel era la encarnación del embuste y del atraso. Fidel era la inanición y la desesperación, como la de los balseros que preferían morir devorados por los tiburones caribeños en lugar de seguir disfrutando el “paraíso” castrista, que la señora Yeidckol Polevnsky, alias Citlali Ibáñez Camacho, presidente de Morena, pretende instaurar en México, porque a su juicio “Fidel es el ejemplo vivo de liderazgo”, al igual que no puede “hacer otra cosa que honrar a Hugo Chávez”, el mortífero depredador de Venezuela. Dicha “humilde” comunista habría obtenido ingresos de 50 millones de pesos –¡Viva el comunismo de Polevnsky!– y, en lugar de tributar conforme a la ley para ayudar a los desposeídos, solicitó y obtuvo de la “mafia del poder”, su feroz enemiga, una condonación de 16 millones de pesos...

“La Historia me absolverá”, sentenció Castro durante el juicio del Moncada... ¿La historia también absolverá a López Obrador cuando dispare el número de pobres, a quienes prometió rescatar y no hundir aún más en su miserable condición?

¿Qué hubiera sido de América Latina si tiranos como Castro se hubieran apoderado por la vía de las armas, a lo largo de 60 años, de la presidencia de los países del hemisferio sur, sin perder de vista que el salario en Cuba equivale a 15 pesos mexicanos diarios? Cuba continúa padeciendo la rigidez involucionista de un “partido” único, en donde los disidentes son identificados como “mercenarios”. En México, dominado casi por otro “partido” como Morena, a los opositores se nos etiqueta como “conservadores”. El comunismo inventa calificativos para nombrar a sus antagonistas y dividir al País. ¿Qué tal los “fifís” o los “pirrurris”?

Mientras en la URSS recluían en manicomios a los opositores, en Cuba huían al mundo libre o eran fusilados. Al día de hoy los refugiados cubanos, ¡ay, paradojas de la vida!, mantienen a la tiranía castrista con sus remesas multimillonarias enviadas desde Estados Unidos a sus familiares imposibilitados de fugarse de la dictadura.

La economía planificada se derrumbó con la Cortina de Hierro a finales del siglo 20. Nunca, nadie en la historia votó por el comunismo, éste siempre se impuso con las armas. Sin embargo, al día de hoy, ha dejado de ser una amenaza política sustituida por el populismo, un eficiente sistema que multiplica a los pobres y a los ignorantes para instalar dictadores y perpetuarlos en el poder. Mencken definía a los populistas como “políticos que predican ideas que saben falsas entre personas que saben idiotas...”.
¡Cuidado con los “gigantes” comunistas de AMLO y de la Polevnsky...!

@fmartinmoreno
Francisco Martín Moreno
Cuentos Políticos

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