Corrido de Harvey Weinstein

Politicón
/ 19 agosto 2018

    Corrido de Harvey Weinstein

    Harvey Weinstein es un mártir

    del Hollywood decadente,

    el ritual chivo expiatorio,

    los que suelen pagar siempre.

    Al cordero millonario

    no hay justicia que lo lleve:

    él es la mala conciencia

    aun de los que no la tienen.

    Las cartas están echadas,

    actriz que se le atraviese

    conocerá, de hoy delante,

    buena no, la mala suerte.

    Yo pensaba que Sodoma

    no ajusticia al que pervierte,

    pero la Iglesia da cuenta

    de estos casos muchas veces.

     

    Las monjas y monaguillos

    que en el dinero se cuecen,

    como antaño se bañara

    Cleopatra en tinas de leche,

    las actrices, digo, víctimas

    del próspero delincuente

    que les puso las estrellas

    para que en ellas tropiecen,

    resultaron puritanas

    con todo y que obscenamente

    con dólares se atragantan

    y sobrenadan cual peces

    Atlánticos pornográficos,

    que Mesalinas parecen,

    quieren hoy quemar en leña

    a quien el éxito deben.

     

    Fauno del Bosque Sagrado,

    que las ninfas se lo lleven

    a la prisión monacal

    donde purgue, pague y pene.

    El Valle de Silicón,

    que tantos cuerpos ofrece

    para orgías esotéricas,

    a otro ermitaño premie.

    Que en Sodoma, California

    el Preste Juan sea de peltre

    y el tentado San Antonio

    de prostíbulos gerente,

    sin tentar cuerpos de plástico

    que al feminismo enfurecen.

    Que Harvey, buen puritano

    corte su lasciva mano,

    besando el azufre, y rece.

     

    A fiestas de rompe y rasga

    arriban lascivas huestes,

    escuadrones femeninos

    que toda fantasía exceden.

    Allí sedas y brocados

    que tentaleó el viejo verde,

    los tacones de diamante

    y las perlas en la frente

    y en el cristal empotrado

    Blanca Nieves de repente

    entreabre sus prendas íntimas

    y que el sátiro olisquee.

    Hoy por orden judicial

    un letrero que sorprende

    cuelga sobre las orgías:

    “No tocar”, allí se lee,

    como ocurre en los museos;

    para las manos se expenden

    condones, porque el saludo

    a las estrellas no infecte.

    Maniquíes que entre sí

    la cocaína se ofrecen,

    afirmando que son gays,

    que así la ley los protege.

    Hollywood, museo de cera

    que la asepsia hoy enaltece,

    un día lo buscarán,

    sacarán a Harvey Weinstein

    –si acaso cae en prisión

    ese sátiro decente–

    para que otra vez instaure

    su cátedra de placeres,

    en la catedral pagana

    de un Hollywood que perece.

     

    Columna: Abraxas / Diario de un nihilista, poeta, narrador y columnista. Nació en Cedros, Zacatecas, aunque es considerado coahuilense al vivir la mayor parte de su vida en Saltillo.

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