Culiacán vs. la realidad

Politicón
/ 27 octubre 2019
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Cuando millones de mexicanos observaron la aprehensión de Florence Cassez en video, lo que veían no era una escena de la realidad, sino una reconstrucción a modo de ella. El gobierno de Felipe Calderón tomó la decisión de que la mejor manera de enseñar la sucedido era reconstruyéndolo, y al reconstruirlo, como el concepto indica, adaptarlo, domesticarlo. Lo sucedido con Florence Cassez es una ilustración perfecta de cómo se enfrentan los políticos mexicanos a la realidad: la ignoran. Como la realidad no cede al deseo, mejor moldear la narrativa de ella y ajustarla a la necesidad política.

Este ejercicio es recurrente en el poder y es una de las razones más marcadas del desgaste social con el gobierno. Un gobierno que quiere engañar a su población acaba engañándose asimismo. El PRI y el PAN actuaron de la misma forma en el poder, maquillando una y otra vez la realidad con un cinismo absoluto. Mintiendo abiertamente a los mexicanos. A la larga su evasión les costó caro. Durante las últimas décadas el temor más grande de los priistas y los panistas en el poder era la llegada de AMLO a la presidencia; su estrategia de evasión logró justo ese objetivo, AMLO arrasó en la elección en parte porque mientras que el gobierno creaba verdades históricas, AMLO hablaba de la historia verdadera. La historia de los mexicanos que vivían en un mundo que no concordaba con la visión del poder.

Felipe Calderón llegó al poder con escasa legitimidad, a un México que tenía un problema de narcotráfico, pero no una crisis de violencia. Tomó decisiones en materia de seguridad que luego llamó “estrategia”. Las decisiones desataron la violencia en el país, el índice de homicidios por cien mil habitantes se disparó. La realidad le planteaba un fracaso, pero en lugar de la autocrítica, continuó. Cuando unos estudiantes del Tec fueron asesinados, el gobierno los llamó narcotraficantes, cuando se le acusó de haber reconstruido el arresto de Florence Cassez lo negaron, cuando la SCJN analizaba el caso de la tragedia de la guardería ABC, presionaron a los ministros para que su fallo confirmara la “versión oficial”.

La llamada “guerra contra el narco” costó miles de vidas en México, pero el gobierno nunca recalibró. Nunca se preguntó ¿cuál es el sentido original de luchar contra el narcotráfico? Al menos que se tome un punto de vista moralista, el problema de las drogas es uno de seguridad y de salud. Seis años después de haber empezado la llamada estrategia, el índice de homicidios por cada cien mil habitantes había subido de menos de 10 por cien mil habitantes, a más de 20. O sea la seguridad empeoró. Desde un punto de vista de salud, el número de consumidores de drogas en México subió de 5 por ciento en 2002 a 7.8 en 2011, de tal forma que también fracasó. ¿A quién sirvió la estrategia de Calderón?

Enrique Peña Nieto continuó el método desde que empezó su candidatura. Su error más grande como candidato no fue ser incapaz de mencionar tres libros sino el que su equipo declarara que los estudiantes que lo habían abucheado en la Ibero eran porros. No había evidencia para decir eso. De hecho, era mentira. Lo que le importaba a EPN no era la verdad sino una narrativa política, una verdad oficial. Cuando 43 estudiantes desaparecieron en Ayotzinapa, el presidente actuó de la misma forma. Nunca quiso llegar a la verdad, sino a una narrativa que le permitiera a su gobierno salir adelante. La “verdad histórica” pasó a la historia como una mentira. Mientras Ayotzinapa sucedía en el mundo de la realidad, la verdad histórica se iba tramando desde una oficina en Los Pinos.

El 1 de julio de 2018 los mexicanos votaron por no tolerar más esa forma de hacer política. Votaron por un cambio. Sin embargo votar por un cambio no significa obtener un cambio. Lo sucedido en Culiacán es muestra de ello.

Ante una evidente crisis, el gobierno ha reaccionado con las mismas estrategias que sus antecesores. Una reacción que en lugar de enunciar, denunciar y analizar los hechos, los legitima y reconstruye la problemática como una de retórica política. De pronto, un problema de seguridad nacional que afecta a miles de ciudadanos es procesado como un problema de una lucha conceptual entre “los buenos y los malos” “los progres y los conservadores.” En lugar de hablar de criminales y fuerzas del orden, de gobierno y estrategias, se construye un mundo paralelo en el que lo que está en disputa son valores políticos.

Quedan 5 años por delante y se le puede dar la vuelta, pero para ello se necesita un poco de humildad y autocrítica, lo que más le ha faltado a esta administración. Al igual que sus antecesores, el gobierno ha buscado cambiar los conceptos rectores de la conversación, censurar la crítica, y evadir la autocrítica para construir una realidad donde todo se hizo bien. Esto en nada los beneficia. Es tan evidente que las cosas no se hicieron bien que pretenderlo solo es perjudicial. En este caso los que defienden las acciones del gobierno son sus peores enemigos, al gobierno le conviene escuchar y recalibrar, en esta ocasión los críticos son sus mejores aliados.

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