Demagogia, sofismas y falacias, herramientas que pervierten y degeneran la democracia
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La demagogia como herramienta política no es propia solo de los que gobiernan, sino de todos aquellos que utilizan el discurso basado en emociones, prejuicios y miedos, teniendo como marco de referencia la ignorancia y la desinformación de las personas. El objetivo es conseguir a través de la retórica el poder. En ese sentido, no sólo los gobernantes son demagogos, sino todos aquellos que buscan las preferencias de las mayorías.
Con estas ideas puede ir discriminando quienes son demagogos y quienes no. Pero hágalo con sinceridad y despojándose de sus filias y sus fobias, y no con visceralidad o involucrando los sentimientos, porque también corre el riesgo de meterse en el área de la demagogia, el sofisma y la falacia.
Aristóteles, que no es tan proclive a la democracia como muchos creen, pondera la aristocracia como la mejor forma de gobierno, en el entendido de que en una aristocracia gobiernan “los más capaces”, porque eso significa el concepto aristos; los notables, los mejores. No son los más adinerados, porque eso sería la plutocracia. Ni los más poderosos o influyentes, porque eso sería la oligarquía. Y la pondera por una razón muy simple, él define al “pueblo” como los pobres y se refiere a la democracia como “el mal gobierno de muchos”
Insisto, lea con objetividad y no reparta culpas, porque cual más, sobre todo en países como el nuestro y teniendo atisbos de autoridad en cualquier ámbito, utiliza la demagogia como un recurso retórico para hacerse del poder. Aquí es donde de alguna manera se entiende la aparente postura discriminatoria de Aristóteles. Es decir, en ambientes donde la razón no es la clave de interpretación de la realidad, habrá quienes utilicen la demagogia para convencer al pueblo apelando a los sentimientos y a la emotividad, por eso la considera como una forma corrupta o degenerada de la democracia.
La línea entre la democracia y la demagogia es muy delgada. La clave de interpretación la encontrará Usted en el elemento conceptual denominado falacia, que es una forma engañosa de utilizar el discurso y ordinariamente quienes detentan el poder –político, religioso, organizacional, económico, entre otros– lo usan para sus fines.
Por eso se dice que el demagogo es un adulador que instrumentaliza a los demás. En este país hay de chile, de mole, de manteca y de dulce. De todos los colores y sabores y se encuentran por todos lados.
Es falaz y utilizan un discurso demagógico los gobiernos que a través de mentiras buscan convencer a la población de todo aquello que conviene a sus intereses y no a los de todos. Los medios de comunicación que han perdido de vista el motivo de su existencia y sirven solamente a intereses de grupo, olvidando que su objeto formal es contribuir a la construcción del bien común, que son como decía Giovanni Sartori, una paideia, es decir, en una instancia educadora de la sociedad.
Son demagogos los líderes religiosos que engatusan a sus fieles con ideas basadas en dogmas retrógrados que colocan su defensa en la letra, más que en los seres humanos. Las cabezas de las organizaciones que “buscan lo mejor” para sus empleados y trabajadores pidiendo que se “pongan la camiseta”, cuando ésta aprieta y ahoga por las pobres condiciones en las que se labora y por los bajos salarios que se perciben.
En fin, son demagogos y falaces quienes utilizan el discurso a su favor para conseguir sus fines. Quienes desinforman, deforman y complican la realidad engañando a la ciudadanía con discursos que tienen como base la emoción, las creencias, el sentimiento o la emotividad. Una sociedad como la nuestra es campo fértil para que todo aquello que no es comprobable prenda. El morbo y el escándalo venden y a eso le apuestan los políticos y los medios, no se vaya por la libre.
No porque sea el Presidente, los gobernadores, las autoridades políticas o las religiosas sus dichos son verdades absolutas. Compruebe, indague, investigue; a diferencia de otros tiempos, está a un tris de saber si algo que se dice es verdad o es mentira.
No vivimos en la Grecia de Solón, Pericles o Aristóteles. Es tan fácil encontrar en la Constitución, en los autores, en las fuentes primarias y en las secundarias razones que nos ayudarán a ser objetivos y a no dejarnos llevar por vulgares sentimentalismos sofistas que apelan al sensacionalismo y al morbo para convencer a los ingenuos. Una buena cantidad de autoridades y medios de eso viven. ¿Cuántas noticias que oímos, leemos o vemos en la televisión hemos dado por reales sin ni siquiera comprobar?
Hablando de falacias y demagogias ¿Qué tan factible es la iniciativa antifederalista de algunos gobernadores que buscan abandonar el pacto fiscal?, ¿puede un estado independizarse de la Federación?, ¿realmente la Federación, a través de la Secretaría de Hacienda, no ésta dando a los estados lo que les corresponde? Le invito a que investigue sobre lo que significa el concepto federación, lo que es el pacto federal y lo que es el pacto fiscal, en concreto la Reforma Fiscal de 2007. Lo demás es lo de menos. Así las cosas.