El derecho del planeta tierra
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Roger Casement fue un revolucionario irlandés cuya participación en la colonización del Congo Belga lo convirtió en un devoto defensor de los derechos humanos.
“El sueño del celta”, libro escrito por Mario Vargas Llosa, recoge la historia de Casement y relata la crueldad con la cual el Imperio belga, a finales del Siglo 19, trató a tantos seres humanos en su afán de explotar los recursos naturales del pueblo africano.
Su infortunio histórico recayó –irónicamente– en su codiciado patrimonio natural, objeto de la ambición de más de un emperador, y en nuestros días, de más de una multinacional.
Casement viajó al Congo convencido de la necesidad imperante de evangelización a la que los pueblos africanos debían de verse sometidos: con ella llegaría también el progreso y la salvación. Sin embargo, poco tardó en darse cuenta de la farsa detrás de la llegada de la “civilización” a aquellos países “salvajes”.
El Imperio belga extrajo grandes cantidades de caucho –producto con una gran demanda en Europa y Norteamérica– esclavizando, torturando y asesinando a la población nativa que era utilizada como mano de obra.
La historia del Congo Belga se repite hoy en día, con sus matices, en muchos países del mundo. El complejo sistema económico actual requiere de cada vez más materias primas para elaborar más bienes y proveer más servicios a más gente.
Las grandes empresas multinacionales son ahora quienes –como el Imperio belga– nos ofrecen desarrollo y progreso a cambio de nuestros recursos y bienes naturales y, de paso, de nuestros derechos humanos.
En Yucatán, el pasado 3 de marzo se llevó a cabo una marcha convocada por grupos defensores de derechos humanos para protestar en contra de la construcción de una megagranja porcícola (más de 49 mil cerdos) en la comunidad de Homún, la cual es famosa por su riqueza freática.
En aquella comunidad, considerada una reserva geohidrológica, es posible encontrar una gran cantidad de cenotes –ríos subterráneos– cuya misteriosa belleza atrae cada año a miles de turistas de todo el mundo.
Los posibles beneficios económicos para la región presupuestados por la construcción de la granja traerían aparejada la eminente contaminación del manto freático y con ello el fin del atractivo turístico representado por los cenotes, fuente de empleo de muchos lugareños y suministro de agua para la región.
Los derechos humanos de los pobladores de Homún se ven amenazados con esta situación.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos –tribunal regional de protección de derechos humanos y último intérprete de la Convención Americana sobre Derechos Humanos– emitió recientemente criterios sobre las obligaciones de los Estados americanos de proteger el medio ambiente y con ello garantizar el derecho a la vida e integridad de las personas.
En la Opinión Consultiva número 23, publicada a finales del año pasado, la Corte sostuvo, por ejemplo, que entre las condiciones necesarias para una vida digna se encuentra el acceso al agua, el cual puede ser afectado si la contaminación de aquella limita su disponibilidad en cantidades suficientes o afecta su calidad.
Con el propósito de respetar y garantizar los derechos a la vida e integridad de las personas, los Estados tienen la obligación de prevenir daños al medio ambiente, para lo cual deben regular y supervisar las actividades que puedan producir un daño de este tipo.
Así mismo tienen que realizar estudios de impacto ambiental y procedimientos para minimizar la posibilidad de grandes accidentes que pongan en riesgo a la naturaleza.
Si bien la sola pronunciación de una autoridad como la Corte Interamericana sobre este tema no solucionará los problemas relacionados con el medio ambiente, la Opinión ayuda a visibilizar una situación cuya atención urgente es necesaria.
Más allá de eso, la posible solución al deterioro del medio ambiente se encuentra en cada uno de nosotros y nosotras. Es tarea de todos y todas cuestionar nuestros hábitos de consumo, reflexionar sobre nuestra huella ecológica y comprometernos con la sustentabilidad del futuro de nuestro planeta.
El autor es auxiliar de Investigación de la Academia IDH
Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDH.